Que Twitter es un gran ágora pública de la que se hace un uso extremo, en lo bueno y en lo malo, es una evidencia palmaria que se ha manifestado con total rotundidad desde los atentados de la semana pasada. Los famosos 140 caracteres han servido tanto para que la cuenta de los Mossos d’Esquadra haya realizado un riguroso y medido ejercicio de comunicación pública, como para que con muchísima menor mesura (o ninguna) desde infinidad de cuentas personales se hayan despachado todo tipo de insinuaciones, noticias sin confirmar, bulos y opiniones variopintas, muchas de ellas bajo el signo del ajuste de cuentas o de otras motivaciones todavía más inquietantes, como la actitud más intolerante o incluso el racismo. Es en esta última situación cuando se revela necesaria la actuación de la justicia para evitar que se convierta en moneda corriente. No se trata, como dice el tópico, de poner vallas al vasto campo de Twitter, sino de apelar a su uso responsable, y más en el contexto de unas circunstancias tan trágicas. Sin duda, no resulta tarea fácil, porque siempre habrá quien esté dispuesto a sobrepasar límites razonables.

Hay que reiterar por ello el aplauso para el despliegue hecho desde la cuenta de los Mossos, como ocurre también con la de la Policía Nacional, por su tratamiento comunicativo en una situación de crisis y emergencia. Y no solo por su utilidad para los medios. Por encima de todo, ha supuesto un gran servicio de apoyo a la ciudadanía.