Los lectores que me siguen ya lo habrán notado. Tanto filosófica como políticamente me declaro un fiel seguidor de la Ilustración y la Modernidad. Kant a la cabeza. Su divisa « ¡Sapere aude! » (¡Atrévete a saber!) continúa teniendo sentido y sus principios de una razón humanista, autónoma, crítica, universal, científica y secularizada siguen siendo, a mi entender, plenamente válidos. El término Ilustración -- Aufklärung , en alemán-- es muy significativo. Hace referencia a la necesidad de aclarar, esclarecer, abrir los ojos, ilustrar. Ante la oscuridad y la penumbra en que habitaba la humanidad, los ilustrados entienden que ya es hora de encender la luz y que la fuerza de la razón ilumine los distintos ámbitos de lo humano. En ese camino la educación es esencial.

Muchas veces he comentado a mis alumnos que a cualquier ilustrado se le caerían las lágrimas de los ojos, lloraría henchido de emoción y vería muchos de sus desvelos colmados ante una gran conquista del espíritu humano: la posibilidad de acceso a una educación universal, pública libre y gratuita. Pero ya decía Kant y sigue siendo válido, que estamos en una sociedad de ilustración, pero aún no, en una sociedad ilustrada. Con el mayor de los respetos a todas las posiciones, creemos que la nueva ley de educación es un paso en la buena dirección.

Ya sé que ha levando muchísima polémica, pero la aufklärung , la clarificación, el esclarecimiento del debate no estaría de más. Un diario conservador, en portada, al día siguiente de la aprobación de la ley decía: «Con esta ley, el Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias , consagra la demolición de la educación concertada, perfila la desaparición en diez años de los centros de educación especial, deroga la obligatoriedad de utilizar el castellano como lengua vehicular en las aulas, diseña la progresiva erradicación de la religión y cultiva la ley del mínimo esfuerzo, de modo que la superación de cursos, incluso con asignaturas suspendidas, sea una constante. Pero, ante todo, con esta normativa el Gobierno incurre en una transgresión de la libertad...».

Se puede entender que en el fragor del debate se utilice la hipérbole, pero a veces nos pasamos de hiperbólicos y con la hipérbole se oculta la verdad. Veamos: «demolición de la educación concertada». En absoluto, ni se cierra, ni se limita la educación concertada. Las familias pueden continuar eligiendo centro, pero los centros que pagamos entre todos, y los concertados se mantienen con fondos públicos, han de tener unos criterios comunes de admisión y tienen que escolarizar por igual a todo el alumnado, con independencia de su condición económica y social y de sus necesidades educativas. Es más, se crea una comisión para que analice el coste de los módulos educativos para escolarizar al alumnado con problemas, y de esta forma, todos los centros públicos y concertados dispongan de los mismos recursos y no tengan que cobrar a las familias. No se cercena la libertad de elección, es más, se amplia. Posibilita una verdadera libertad de elección.

«Perfila la desaparición en diez años de los centros de educación especial». En absoluto. Si tanto se buscara su desaparición, en la Comunitat Valenciana no se estarían construyendo cuatro nuevos centros de este tipo. Se mantienen los centros específicos para los alumnos con mayor problemática; y en lo que sí que avanza la ley es en el desarrollo de centros integrados e inclusivos. Son las mismas directrices educativas de la ONU, que reclaman dotar de recursos a todos los centros para integrar a este tipo de alumnado, aunque dejando claro que siempre habrá una especificidad que será atendida en centros propios.

Por tanto, se han hecho dos afirmaciones hiperbólicas que no son ciertas, porque ni hay demolición de la educación concertada, ni desaparece la educación especial. Pero como hay más cosas que clarificar, el espacio es limitado y no quiero abusar de su atención, no les canso y continuamos la semana que viene.(...) H

*Presidente de la Diputación