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Justo cuando emergen nuevos nombres de los papeles de Panamá, y cuando los españoles echan cuentas de lo que les tocará pagar en la declaración de la renta, trasciende que la Agencia Tributaria ha multado nada menos que a José María Aznar con 70.403 euros por usar una sociedad instrumental para ahorrarse la mitad de los impuestos por sus libros y conferencias: en lugar de pagar casi el 50% de IRPF pagó el 25% del impuesto de sociedades, y ahora deberá abonar 199.052 euros de diferencia. El hombre que ha presumido siempre de rectitud moral y de sentido de Estado ha sucumbido a la tentación de la optimización fiscal, un recurso que si bien puede que sea legal en algunos casos, sin duda es muy poco legítimo. Una normativa pensada para actividades concretas y atípicas ha acabado siendo usada masivamente y sin escrúpulos por una pléyade de profesionales que solo se diferencian de los asalariados en que sus ingresos no son controlados hasta el último céntimo por el Estado. Que acaben pagando mucho menos es un escandaloso agravio comparativo al que debe ponerse coto por sentido de la decencia. No corren en el mundo buenos tiempos para un objetivo tan obvio, pero la hipocresía y el doble rasero actuales hacen imposible vertebrar sociedades sanas y responsables.