Parece el mes de febrero y la coincidencia con la celebración de los carnavales, un momento oportuno para poner el acento en la cantidad de máscaras que hemos visto caer de los rostros de multitud de políticos que se autoproclamaban al estilo mesiánico, los auténticos salvadores de todo.

La izquierda, anunciando a bombo y platillo nuevas formas de hacer política, demonizando a trabajadores eventuales, renegando de todo lo anterior; ha conseguido llegar al poder en numerosas instituciones donde hoy no sólo no han cumplido apenas nada de lo que prometieron; no solo no han sido capaces de crear equipos de gobierno solventes y confiables; sino que además han ahondado en actitudes que antes -haciendo campaña-- criticaban.

Hemos visto cómo los recortes en sanidad han sido salvajes en esta legislatura, los problemas en el Hospital Provincial o las carencias en el Hospital de Vinaròs no han parado de crecer. Hemos comprobado cómo el molt honorable, que renegaba de asesores, tiene más altos cargos y asesores en su gobierno que su antecesor popular. Hemos asistido al giro del señor Ribó, alcalde de València, que criticaba la seguridad que requería su cargo y destina hoy él más dinero a su escolta personal que quien le precedió en el cargo. Y si nos fijamos en Barcelona, su alcaldesa Colau, no solo no ha eliminado a los enchufados sino que parece haber conseguido que, curiosamente, familiares de quienes forman su equipo de gobierno, sean quienes más méritos tienen para formar los gabinetes y equipos de trabajo del Ayuntamiento de la capital catalana. Y así, suma y sigue.

¿De verdad se creen que nadie se da cuenta? Los mandamases de la formación morada se han quedado en el masculino singular, ahora parece que ya solo quiere mandar uno, actitud que evidencia su tendencia ideológica, su intransigencia y su despotismo. Venían a enseñar a hacer bien las cosas, según ellos, con dignidad, decían, y hoy no sabemos ya dónde está la suya. Cada vez salen más iluminados erigiéndose en salvadores haciendo promesas que hemos ido viendo que no cumplen. Y es que no hay nada que inventar, lo que hay que hacer es trabajar, ser honestos y pensar antes en lo colectivo que en el interés particular. A ver si van tomando nota. El baile de máscaras es ya tan bochornoso que me pregunto si sentirán algún rubor tras el despojo de aquello que les hacía parecer lo que no eran. Venían a la política para salvar a la ciudadanía y dotar de decencia a las instituciones y lo único que podemos constatar que han estado haciendo con claridad es salvarse ellos.

A pocos meses de unas elecciones municipales y autonómicas, espero que hable todo el mundo claro y con sinceridad porque ya está bien de querer tomar el pelo a los ciudadanos, ya está bien.

*Alcalde de Peñíscola