El Barça se ha alzado de nuevo con un título de Liga y ya suma siete de los diez últimos campeonatos. Una cifra histórica que debe valorarse en su justa medida y que se añade a las cuatro Copas del Rey ganadas consecutivamente en las últimas temporadas. Queda contrastada, pues, la superioridad azulgrana en los torneos domésticos, un dato que no tiene paralelismo con la máxima competición europea. En la Champions, la trayectoria del club últimamente ha sido lamentable, sin pasar de cuartos de forma repetida después del triunfo en Berlín en el 2015. La sonada eliminación ante el Roma ha teñido la temporada de un cierto pesimismo, pero lo cierto, lo comprobable, es que este Barça ha ganado la Liga con absoluta autoridad --cuatro jornadas antes del final-- y ha levantado la Copa con un ejercicio sublime de fútbol.

Conseguir un doblete como este es un éxito deportivo muy destacable, notabilísimo, si tenemos en cuenta que en toda la historia solo se han logrado ocho, la mitad de ellos en lo que llevamos de siglo. El balance, pues, es excelente en el primer año de Ernesto Valverde en el banquillo. Y hay que añadir, además, el récord histórico de jornadas imbatido, un detalle que nos habla del dominio de los azulgranas, y que puede ser ampliado hasta un reto que, en España, y en condiciones muy diferentes, no se da desde los años 30: conseguir ganar la Liga sin perder un solo partido.

En el haber, pues, una temporada espléndida basada en la efectividad en las dos áreas y el orden tranquilo impuestos por el técnico, exhibiciones como la concluyente victoria en el Bernabéu y el triunfo ante el Atlético que certificó virtualmente el campeonato. En el debe, la fragilidad y el desgaste de los últimos meses y la poca participación de unos fichajes (Coutinho aparte) que no han aportado soluciones al equipo.

En el resumen, no puede faltar una referencia a Andrés Iniesta, un mito azulgrana que anunció el viernes su despedida del club. La exhibición que ofreció en la final de Copa es la guinda de un pastel que han degustado con fervor y admiración futbolística millones de aficionados. Esta es, con permiso de un Messi excelso, su Liga, un legado que el Barça tendrá que gestionar con racionalidad y mejor planificación para que la racha de victorias no se pare y para que pueda, de nuevo, elevar el vuelo en Europa.