Cuando en un día como hoy acabo de construir mis torres y castillos de arena en la playa de la Almadraba y me voy de visita al mercadillo de los jueves en Benicàssim --algo caerá--, me asalta siempre el recuerdo de aquel mítico director de cine, firme intelectual de izquierdas, Juan Antonio Bardem. Y es que en el mercadillo coincidimos dos veces. Y cuando le felicité por su 80 cumpleaños, me dijo lo siguiente:

--El verano iguala a la gente. Con ropa ligera todos parecemos más iguales. Durante el verano es así, pero en invierno en este país destacan más las clases sociales, las diferencias.

Fue en aquel tiempo en que había lanzado al mundo aquella frase de “quien ama a la vida ama al cine”.

Bardem había venido a Benicàssim para filmar y dirigir con García Berlanga la película Novio a la vista, en el entorno del Voramar. Y, desde entonces, quedó prendado de este entorno, de las playas del Torreón, de la Almadraba y del Voramar y aquí se compró un apartamento poco después.

El otro gran director, Rafael Gil, lo había hecho mucho tiempo antes y a la sombra de la torre de San Vicente se instaló con su familia en una villa que ha sido cuna y lugar de encuentro de sus siete hijos, todos chicos, de pretexto y motivo para venir aquí muy a menudo, especialmente Rafael, al que considero un buen amigo, que me regala los libros que ha escrito su padre y también los que se ha publicado sobre él y sus películas. Rafael Gil Álvarez tiene un busto de bronce frente a la que fue su villa, en pleno paseo marítimo de Bernat Artola. Es como si fuera un vecino más que no se ha ido. Como si pudiéramos ir a visitarle de nuevo a su villa y pedirle su colaboración para que fuera miembro de un jurado para elegir a la Miss Moscatel de aquellos años finales de los setenta cuando esa era mi fiesta, mi ilusión y mi trabajo, en la sala Bohío, en la avenida Gimeno Tomás, coincidiendo con la inauguración del hotel Orange y la plaza de toros La Viña. Don Rafael aceptó entonces gustoso y participó activamente en las deliberaciones. Y vino con su esposa, Vicenta, algunas noches a aquel Bohío en el que durante el verano de 1980 intervino Rocío Dúrcal en su esplendor, Peret, Camilo Sesto, Conchita Bautista y los humoristas Eugenio y Pedro Ruiz, además de grupos orquestales y de ballet. Un día de aquellos, el polifacético Mario Cabré, autor y torero, poeta que enamoró a Ava Gardner, que curaba su mal de amores y sus enfermedades físicas en el Termalismo Marino de la montaña del Gurugú, arriba del Voramar, un poco más hacia el cielo que El Palasiet, me había dejó escritos unos versos:

Al regazo de su monte

Benicàssim se cobija.

Muy cerca tiene la mar

y el compás de sus orillas.

Las olas ponen su orquesta

al nivel de la bahía.

Bahía de los azahares,

Donde es nido y es caricia.

(Una cuerda tiro al mar,

para que el mar se sujete;

pero él se vuelve a escapar).

Atalayan las montañas

el despliegue de Las Villas.

Las nubes van decorando

con el matiz de los días.

malla de casas y enjambres,

rompiendo están la armonía.

¡Ay, Villas de cielo limpio,

quien paseara tu cinta…! H