Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Pues en esta cuarentena hemos perdido mucho, pero ganado más. Así, hemos podido reaprender a valorar las pequeñas cosas del día a día, a recuperar el tiempo perdido con la familia, a reconocer el trabajo y la valentía de héroes de carne y hueso que luchan por salvarnos, a apreciar más si cabe a nuestros mayores y, en definitiva, a volver a vivir la vida que, a veces, se nos escapa.

Pero entre todos estos pensamientos, también hay lugar para recordar momentos. Y muchos de ellos solemos vivirlos en un bar. En los bares compartimos momentos que muchas veces pasan inadvertidos y que ahora, más que nunca, echamos de menos. Echamos de menos simplemente poder ir a tomar las cañas de cada viernes o el vermut de cada domingo. Echamos de menos celebrar los cumpleaños y las fiestas sorpresa; echamos de menos las cenas de la facultad y del trabajo; echamos de menos los momentos de consolación, pero también de comunicar buenas noticias; echamos de menos la emoción del reencuentro o echamos de menos la posibilidad de conocer gente nueva. Bares, qué lugares.

Ahora, estos bares, nuestra hostelería, está pasando por un momento muy crítico. Esta emergencia sanitaria y social les ha obligado a cerrar las persianas como a muchos otros autónomos y pymes. La pérdida económica, unida a la incertidumbre de no saber cuándo van a poder reabrir y en qué términos, los ha metido en un callejón sin salida.

A fecha de hoy, en condiciones normales, nuestras terrazas frente al mar estarían a rebosar, los apartamentos y hoteles ocupados, los paseos llenos de vida, nuestros pueblos del interior al cien por cien y las playas darían la bienvenida a los primeros bañistas. Sin embargo, nada más lejos de la realidad.

Hemos pasado una Semana Santa en blanco. El murmullo de los bares, las tascas y las terrazas ha dejado paso a un silencio sepulcral solo roto por los aplausos de media tarde. La ocupación ha sido cero y la preocupación entre el sector infinita. Pero no hay tiempo que perder. Hay que calzarse las zapatillas y pensar cuál es el siguiente paso para ganar este reto y superar nuestra propia marca personal.

Y es que nada será igual. Un nuevo modelo social asoma tras la tormenta. Por que solo cabe renovarse o morir. Todo apunta a que la elección del destino turístico va a cambiar, y mucho. Este año el principal, y me atrevería a decir único y exclusivo mercado, será el destino nacional y así debería ser si queremos contribuir a reactivar la economía.

Se va a valorar mucho más la seguridad vinculada a la salud, a preferencias por destinos no masificados y vacaciones slow donde la experiencia y la interiorización de los sentidos va a cobrar mucha más relevancia. Lugares en los que entren en juego un consumo relajado y emocional y donde se sigan protocolos de calidad, higiene y limpieza.

Pero lo que seguro que no cambiará son nuestras experiencias en los bares. Porque, volvamos como volvamos, siempre estarán ahí: los bares, qué lugares, tan gratos para conversar.

*Portavoz de Ciudadanos en Diputación y teniente alcaldesa en el Ayuntamiento de Benicàssim