Hace unos días, el pasado 23 de septiembre fue el Día Internacional de la Bisexualidad. El día elegido por algunas personas que hacen bandera del feminismo para lanzar mensajes en las redes cuestionando que las mujeres bisexuales se dobleguen ante el patriarcado teniendo relaciones con hombres. Las críticas --algunas supuestamente jocosas, como suele suceder en estos casos y que no se pueden entender de ninguna de las maneras-- se unieron a ese magma de feminismo excluyente que coloca los genitales en el centro del universo y que, en su supuesta defensa de las mujeres, deja fuera de foco y de lucha la situación de tantos colectivos que sufren violencia sexual, exclusión y persecución.

Una joven de 17 años de A Coruña se ha suicidado esta misma semana después de años de sufrir acoso por ser bisexual. Al fin, no pudo soportar tanto odio y tomó esta decisión. Ella puso fin a su vida, pero la sentencia la firmó una concepción reduccionista del cuerpo y los afectos. No hubo suficiente red para sostenerla.

Creo en el feminismo de la protección y no de la exclusión. El que se convierte en cobijo y no en alambrada. El que engloba las múltiples formas de vivir el cuerpo y de amar. La imposición de la homogeneidad deja a demasiadas personas a la intemperie. H

*Escritora