Las visitas del primer ministro británico, Boris Johnson, a Angela Merkel y Emmanuel Macron para lograr de ambos alguna forma de compromiso encaminada a revisar, entiéndase desactivar, el backstop --mantenimiento de una frontera blanda entre las dos Irlandas--, acordado en su día por la Unión Europea con Theresa May, no han dado más resultado que una reiteración de lo muy sabido: que Europa no acepta retocar el acuerdo para un brexit ordenado firmado el año pasado. La disposición de la cancillera Merkel a añadir una declaración separada, sin valor jurídico, debe interpretarse como la única concesión posible para que Johnson no comparezca ante sus conciudadanos con las manos vacías; la rotunda negativa del presidente Macron a los retoques no hace más que insistir en que no tiene vuelta de hoja lo aceptado en noviembre por los Veintisiete para un divorcio civilizado.

La falta de realismo del premier y su insistencia en no consagrar una frontera blanda entre las dos Irlandas, so pretexto de que tal exigencia daña o recorta la soberanía británica, supone acercar el proceso a los peores vaticinios, contenidos en un documento interno elaborado por el Gobierno para el caso de que el brexit se consume sin acuerdo. Una posibilidad cada día más cercana que alarma a la City, diseña para el Reino Unido un futuro más que incierto y degrada el vínculo entre los ciudadanos británicos y los del resto de Europa. Y en última instancia, un riesgo cierto para la paz en Irlanda del Norte a partir del momento en que la aplicación del acuerdo de Viernes Santo se haga imposible y rebroten los agravios entre las comunidades católica y protestante.

Solo cuando Johnson declara que la gente «no debe hacerse ilusiones demasiado pronto» resulta ser un líder realista porque, efectivamente, al acortarse los plazos se multiplican los temores de que la salida de la UE el 31 de octubre sea una operación abrupta. El premier maneja encuestas que, por el momento, dan a los conservadores muchas opciones de victoria en unas elecciones adelantadas. Entiende que con tales pronósticos es impensable que los tories disidentes apoyen una moción de censura presentada por los laboristas y espera que el apoyo de Donald Trump en la cumbre del G7 refuerce sus exigencias para la salida. Todo perfectamente posible, aunque en ningún caso útil para que disminuya el peligro de que un brexit a las bravas sea el desastre que se prevé.