Querido lector/ra, parece ser por lo que leo, que las cifras de la economía anuncian una doble noticia: una buena y una mala.

La buena viene a decir que según apunta la evolución de la economía, durante el 2017 se recuperará el PIB --producto interior bruto, el valor monetario de la producción de bienes y servicios del país: la riqueza que se genera—perdido durante la crisis e, incluso, superará el nivel real previo al desgraciado periodo.

La mala, que como se sabe es algo que también existe en abundancia en la vida, señala y denuncia que el problema actual, el que hace sufrir injustamente a los trabajadores que participan, como pieza esencial, en el proceso de crecimiento de la economía y producción de riqueza es, por decirlo de forma coloquial, el reparto. Y es que los beneficios de esta recuperación se están repartiendo de forma muy desigual: mientras que los beneficios empresariales se elevan por encima del nivel de los beneficios de antes de la crisis, continúan por debajo la remuneración de los asalariados, el empleo y las inversiones.

Querido lector/ra, de estas dos lecturas se deducen las imprescindibles reivindicaciones que en el futuro van a mantener los sindicatos y el conjunto del movimiento obrero y político progresista: hacer que esos beneficios se repartan de forma más justa. Es decir, que todo va a ir en la línea de intentar hacer crecer los puestos de trabajo, el empleo estable y de calidad, los salarios hasta recuperar poder de compra, las pensiones y las prestaciones sociales... Y todo eso, para evitar que siga aumentando la pobreza laboral y la desigualdad. En definitiva, es urgente derogar la reforma laboral y reequilibrar la capacidad de negociación entre las partes. Si a estas medidas le unimos una verdadera reforma fiscal progresiva que se aleje de las últimas reformas regresivas que reducen la recaudación, sobre todo a los que más debían pagar, empezaríamos a hablar de una vida digna.

*Experto en extranjería