El sector citrícola castellonense, que arrastra toda una serie de problemas endémicos que nadie parece haber querido resolver, pasa por su peor campaña en nada menos que 25 años. Y reclama atención ante respuestas como el reciente rechazo del Gobierno de España que preside Pedro Sánchez a mediar para solicitar de la Unión Europea que levante las medidas de salvaguarda frente a la competencia desleal de la producción sudafricana. El cambio de discurso que siguió a las declaraciones de la ministra de Economía, Nadia Calviño, no se ha traducido, al menos por el momento, en medidas prácticas en este sentido. Lo poco que sí se ha hecho, la ayuda para la retirada de la producción y su utilización para la industria del zumo es limitada, parece cicatera porque solo incluye 50.000 toneladas para toda España y, en cualquier caso, no agrada a todos los representantes de la actividad en la provincia.

El momento alcanza tal gravedad que no pocos agricultores castellonenses trabajan estos días en la ingrata tarea de arrojar al suelo de sus huertos una cosecha de mandarinas que no han vendido aún y saben que no lograrán colocar en el mercado, por lo que tratan de proteger la próxima cosecha al retirar la fruta del árbol. La parte que sí ha salido hacia los mercados en la primera parte de la campaña lo ha hecho, además, a precios tan bajos que su rentabilidad es extremadamente limitada.

En este punto está un sector que no acaba de cerrar el convenio colectivo que afecta a 16.000 collidors. Por tanto, la agitación, no solo de los agricultores, sino de los municipios en los que su actividad es fundamental para la economía local, tienen ya en marcha la convocatoria de nuevas manifestaciones para el próximo día 21. Mientras, la única expectativa de buenas noticias parte de la reunión que el president Ximo Puig tendrá con el ministro de Agricultura, Luis Planas, el lunes, 14. La situación debería dar un vuelco para arropar al campo de verdad.