No me puedo quitar de la cabeza una de las frases de la maravillosa serie Handmaid’s tale, basada en el libro de Margaret Atwood del mismo nombre. En un momento dado, la protagonista se pregunta: «¿Por qué no hicimos nada cuando todo comenzó a cambiar? ¿Por qué no hicimos nada cuando empezamos a detectar que algo iba mal?». Todo lo sucedido esta semana en Estados Unidos e Italia hace que algunos temblemos ante la posibilidad de que la ficción se haga real.

El desgarro de cientos de niños (hasta 2.500) separados ya de sus padres. Esas voces aterradas que el planeta entero ha escuchado con una extraña mezcla de indiferencia e indignación. Ese agente de fronteras mofándose de los llantos mientras asegura «esto parece una orquesta». Esa cara de perdonavidas del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, anunciando una teórica rectificación pero sin explicar qué va a hacer con los menores ya despojados de sus casas. Ese rostro desancajado del alcalde de Nueva York, Bill de Blasio, contando cómo acaba de visitar uno de los centros donde están los pequeños y cómo uno de ellos tiene solo 9 meses de vida. Un recién nacido. Ese alcalde preguntándose cómo nos sentiríamos cualquiera de nosotros si nos llevarán en un autobús a cientos de kilómetros de nuestra familia sin comprender nada de nada. Esa portada de la revista Time y una pregunta valiente y directa: ¿qué clase de país somos? Esa primera dama, Melania Trump, luciendo una chaqueta durante la visita a un centro de menores en la que se puede leer: «Realmente no me importa, ¿y a ti?».

Y MIENTRAS ocurre todo esto en Estados Unidos, el Gobierno italiano compite en brutalidad. Después de bloquear la entrada a puerto del barco Aquarius, a bordo del cual viajaban 630 personas, ahora se niega a acoger a otras 224 personas en las mismas condiciones. Ese ministro de Interior italiano, Matteo Salvini, refiriendose a todos ellos como «carne humana». Mostrándose orgulloso de las decisiones que están tomando. Criminalizando a las organizaciones que están salvando vidas. Anunciando además un censo para gitanos.

Y esos millones de personas que votan a gente así. En Europa o en Estados Unidos. ¿Qué pensarán? ¿Les removerán los gritos de los menores o las imágenes de las barcazas? Este fin de semana varios países europeos, incluida España, celebran una cumbre para analizar la política migratoria. Veremos si triunfa la empatía o la brutalidad. Vuelvo a Handmaid’s tale. «Si estuvieras en una bañera que se calienta poco a poco, morirías hervida sin darte cuenta». ¿Por qué no hicimos nada cuando todo empezó a cambiar?

*Periodista