La ciudadanía vemos con preocupación la carrera que están desplegando países y empresas por ser los primeros en posicionarse en el mercado y comenzar el suministro de vacunas contra el covid-19 que no garantizan hoy por hoy, al decir de los expertos, una solución satisfactoria ni a corto, ni a largo plazo, pues se desconocen los efectos secundarios que sobre el organismo puedan ocasionar los tratamientos ofertados.

El panorama internacional nos muestra un voraz frenesí en ser los primeros en tener la vacuna (Rusia, China, Inglaterra, EEUU, UE) y colocarla en el mercado bajo el patrocinio de sus empresas. El reparto del pastel está sobre la mesa y se proyectará sobre cada una de las áreas de influencia de los países patrocinadores, garantizando un mercado para absorber su artículo a cada productor protegido. A cada instante que pasa, aparece un subida en el rating de eficacia del producto que se anuncia mejorando el de sus competidores.

Tristemente la evidencia nos ha exhibido un actuar carente de solidaridad, olvidadizo de su función primordial, que no es otra que la de proporcionar una vacuna en beneficio de la Humanidad, como corresponde a la salvaguarda de la vida y salud todos los habitantes del planeta, debiendo recordarse al respecto, que los principios que marcan el comportamiento de las naciones que signaron la Carta de las Naciones Unidas, centran como preocupación principal de su sistema al ser humano, y como base de la paz duradera en el planeta la cooperación para el desarrollo. Las Naciones Unidas, la Organización Mundial de la Salud (de la que cada vez queda menos duda su ausencia de imparcialidad e independencia en el ejercicio de su función) ¿para qué están? H

*Alcalde de Nules