Querido lector:

Castellón no es diferente del resto del país. El uso de la tecnología digital para la navegación por internet o la intercomunicación personal o colectiva por los diferentes sistemas existentes nos convierten a los castellonenses en un ciudadano de a pie hiperconectado. Y si no lo creen, comprueben los datos en la información que ofrecemos con motivo del día internacional de internet.

Al igual que yo, usted lector, o sus compañeros de trabajo, o sus hijos, o su pareja, o sus amigos... no nos diferenciamos en casi nada. Utilizamos el móvil o smartphone, la tablet o el ordenador para la gran mayoría de las necesidades de comunicación, tanto personal como profesional, a un ritmo de evolución endiablado si lo comparamos con otros usos sociales. Un ritmo que nos ha llevado a los españoles a estar entre los líderes a nivel mundial en este consumo.

Una evolución rápida y una utilización tan masiva que precisa de incidir en las advertencias nocivas de ese uso cada vez que se hable o se comente sobre el asunto. La mayoría de ventajas las conocemos. Y la de los riesgos también. Pero nunca viene mal recordar algunas.

Y en este caso, quizá por tener que convivir constantemente con ello, quiero incidir en la gente joven, en nuestros hijos, los que posiblemente por su juventud menos defensas puedan tener pero quienes han nacido y crecen con el uso de las tecnologías de la comunicación como valor y elemento cotidiano. La alerta de riesgos y la formación sobre un uso racional en ellos adquiere toda la importancia del mundo. Y ahí es imprescindible también una formación y una racionalidad en sus mayores y en sus entornos más habituales, especialmente en el hogar y en la escuela.

Una imagen vale más que mil palabras. Hace 10 años por ejemplo, nuestra imagen de un grupo de adolescentes por la calle era una. Ahora, seguro, es la misma, pero cada miembro del grupo con un smartphone en la mano jugando, riendo o hablando entre ellos --y con otros- no con la voz sino con la pantallita de marras.