El final de año es siempre una época de balance, todos aprovechamos estos días para analizar, echar la vista atrás, pero sobre todo para hacer propósitos. Esa suma de historias personales forma lo que hemos hecho durante el 2017 en la Comunitat Valenciana y lo que queremos hacer en el 2018.

Hay que decirlo sin triunfalismos, pero con esperanza: 2017 ha sido un buen año para los valencianos y, particularmente, para los castellonenses. Pero quizás el mayor cambio no lo dan los buenos datos, lo da el tener claros los propósitos.

Ahora tenemos la determinación de hacer una tierra más justa, pero también de aprovechar todas nuestras capacidades para ser una Comunitat más próspera. Es más, sabemos que una cosa no puede ocurrir sin la otra.

Christine Lagarde, presidenta del Fondo Monetario Internacional, dijo hace unos años en un discurso en el corazón de Europa que «reducir el exceso de desigualdad no es solo correcto moral y políticamente: es buena gestión económica». Con prudencia, podemos decir que lo estamos logrando. Ahora los propósitos se corresponden con las políticas.

Sabemos qué sociedad queremos ser y, por ello, pese a todas las dificultades, hemos hecho un gran esfuerzo para poner nuestra sanidad al día tras años de retroceso, con ejemplos como el del Hospital Provincial de Castellón, donde la Generalitat ha asumido la deuda y ha impulsado una inversión de 19 millones de euros.

Esa sociedad, que tiene entre sus pilares la salud, no diferencia entre personas por su origen o por su situación administrativa. Por eso, todas las personas que entran en un centro de salud o en un hospital de la Comunitat Valenciana van a ser atendidas, sin que se les cobre por ello. Tanto si vienen de lejos, como si fueran valencianos que se vieron obligados a marcharse de nuestro territorio y ahora han conseguido volver tiempo después.

Precisamente, porque tenemos claros los objetivos, hemos interiorizado, como han hecho todos los países a los que merece la pena mirar como ejemplo, que la educación es lo que determinará la frontera de nuestras oportunidades. Por eso, hemos impulsado, entre otras medidas, el Pla Edificant que permitirá de una vez por todas superar la etapa de los barracones en nuestra Comunitat y al que ya se han sumado 40 municipios de la provincia.

Esa sociedad más justa, con más oportunidades, es la que está abriéndose camino desde la estabilidad que permite generar nueva confianza.

Una confianza que se pone de manifiesto al ser el territorio que escogen las entidades bancarias en busca de seguridad jurídica, pero también cuando muchas empresas eligen la Comunitat Valenciana, provocando que este año hayamos multiplicado por ocho la inversión en nuestra tierra. Una confianza exterior que ha logrado cambiar la imagen de esta provincia, alejarla de los amiguismos que limitaban su potencial y situarla entre las áreas más dinámicas de la economía mediterránea.

Ese camino nos va a permitir que en el balance de 2017 estemos entre las autonomías que más crecen, incluso hay previsiones que afirman que seremos la que más lo haga, o que desde que empezara la legislatura haya 190.000 personas más trabajando, siendo además la provincia de Castellón donde más se ha reducido el paro.

Sin duda, estamos en un buen momento para la Comunitat, en un buen momento para Castellón, pero los buenos momentos no son completos hasta que llegan a todos y todas.

Por eso, entre nuestros propósitos sigue estando, en primer lugar, que las 391.690 personas, 40.470 en la provincia, que esperan la oportunidad de tener un trabajo, lo logren.

Para lograrlo, estamos impulsando una transformación económica en la provincia y, entre otras medidas, en 2018 destinaremos cinco millones a fomentar la industrialización en la Plana, l’Alcalatén, Millars y Alto Palancia, o que los sectores económicos más importantes de la provincia seguirán contando con el apoyo del Consell.

Una transformación hecha desde el diálogo, como demuestra que la Mesa de la Cerámica sea ya una realidad. De hecho, aprovecho para reafirmar nuestra voluntad de aplicar cualquier política económica del Consell junto a los actores sociales.

Ese diálogo nos ha llevado a situar la innovación y la búsqueda de la productividad como el horizonte que compartimos para crear más y mejores empleos. Este será el año en que el Instituto Tecnológico de la Cerámica pase a ocupar el edificio que nunca albergó el Centro de Frutos Secos de Almassora. No hay atajos para la prosperidad, pero sí caminos, el nuestro es la transformación económica, desde el diálogo y hacia la productividad.

Los y las castellonenses estamos haciendo nuestro trabajo, pero tenemos el derecho de querer ir tan rápido como sea posible. No es justo que avancemos cargando el peso de la falta de financiación e inversiones.

No es tampoco racional que esta provincia, cuyas exportaciones están batiendo sus registros año a año, avance sin la conexión que supondría el Corredor Mediterráneo, o que nuestras empresas y trabajadores puedan recibir menos políticas de estímulo económico simplemente por el hecho de encontrarse en una autonomía mal financiada.

Por eso, este 2018, los y las castellonenses queremos avanzar sin arrastrar las injusticias y, para ello, nos reivindicaremos como lo hemos hecho hasta ahora. Sin victimismos. Desde el esfuerzo y el trabajo hecho, desde la razón y el argumento.

Reivindicaremos una mejor financiación a la vez que esta tierra se reivindica como un espacio de estabilidad en el que impulsar los proyectos económicos, pero también los proyectos de vida de todos y todas.

Castellón es hoy, por derecho propio, un ejemplo del trabajo bien hecho para toda la Comunitat Valenciana. Gracias a todos y todas por el trabajo y el esfuerzo de este año 2017, acerquemos un paso más nuestros propósitos compartidos en el 2018.