Se acercan las vacaciones de verano. En principio es una suerte tener vacaciones, porque es una señal de tener trabajo. De todos modos, no se puede olvidar la gran diversidad de situaciones personales. Hay vacaciones a las que es obligado renunciar por razones económicas. Poder cubrir una ausencia puede ser una oportunidad temporal.

Las vacaciones escolares son un caso muy especial de ruptura de la tarea diaria. Leo que la Confederación Española de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos ha pedido a los profesores y los centros que no pongan deberes escolares a los alumnos. Esta tendencia a poner deberes en vacaciones no existía cuando yo era estudiante. Llegaba el último día de curso y se presentaba un horizonte de libertad, todo el tiempo que llegaba era un tiempo disponible, abierto a los intereses de cada uno o a las posibilidades de las familias. Pero sin libros de estudio ni cuadernos de trabajo.

Aparte quedaban, cuando llegábamos al bachillerato, las obligaciones de ponernos al día en las materias que no habíamos dominado. Ahora la CEAPA ha preguntado al Ministerio de Educación cuál es la obligación de hacer actividades fuera del horario lectivo. También se plantea si se deben tomar medidas para evitar que sean castigados los alumnos que no hacen deberes.

Vacaciones es una palabra relacionada con vagar, que también tiene una significación que me parece positiva. Vagar es tener tiempo para hacer algo. Disponer de tiempo, al menos en una época del año, me parece magnífico y positivo para todos, especialmente para los adolescentes y los jóvenes. A veces es en esta situación cuando se despierta la creatividad que nace de la aparición de una diversidad de estímulos.

Tiempo para descubrir, tiempo para afirmarse. “Ganarás el pan con el sudor de tu frente”, fue la sentencia del Señor contra Adán por haber comido la manzana. Quizá como protesta contra un castigo tan duro, ahora muchos humanos deciden, cuando llega el verano, ir a sudar felizmente a la playa. H