Aquí, querida amiga, se han pasado la semana ensalzando la muerte, paseando hipocresías y arrogancia, apagando la luz para recordarnos quién está al mando y asfixiarnos desde los púlpitos con castigos divinos. Fíjate que han dejado a media asta las banderas en cuarteles y ministerios. Qué cosa, hermana, porque acá, oficialmente, deben convivir distintas religiones y el laicismo.

Pero hemos debido de pecar mucho y ya nos advierten que no hay absolución. Tremenda penitencia y tremendo vía crucis. Dios nos bendiga, como dicen ustedes. Llevamos días castigados con una televisión pública que comparte con los novios de la muerte y que se apropia de unas tradiciones que, además, pervierten, y lo hacen para anunciar que nos caerán las dos, las siete y las ocho plagas que luego fueron diez. Me recuerdan a los meses previos al apocalipsis que marcaba el fin del mundo para octubre de aquel 2012 en el que viví y trabajé en la isla caribeña que tanto amamos. Aquellos mensajes luminosos que lucían autobuses, parabrisas de autos, banderolas… ¡Dios viene ya! ¡Cristo viene! ¡Aleluya!

De tanta reverencia y genuflexión acá andan tocados de lumbares y cervicales muchos políticos. Debe ser agotador vivir a dios rogando, con el mazo dando y con esas vestiduras que acostumbran a rasgarse. Fuimos, precisamente, los españoles quienes os impusimos tanta historia desde aquella llegada del gran capitán. Menos mal que habéis resucitado, como lo hemos hecho acá, aunque ha costado lo suyo. Ahora celebramos, ya sabes, la Pascua, que nos gusta más, en plena comunión con la naturaleza. Comemos monas, roscas, bebemos, nos queremos y volamos el catxirulo. Festejamos la primavera, porque cada evento del calendario eclesiástico se ha correspondido con la celebración del paso del tiempo y sus estaciones.

La bella respuesta a mi carta ha traído tu calor, color, los olores del coco y de la hoja de tabaco que te envuelven. Seguimos abrazadas, entusiastas entre vértigos, heridas por los mismos males y agradecidas de estar en la vida plena. Me cuentas que intentas profundizar en la sonrisa, que practicas a diario para que los gestos sean de colores. Y me dices que no puedes. Yo tampoco. Será porque se nos arruga el alma con tanta piedra, será porque nacimos en la noche del invierno, o porque nuestros sueños siguen vagando en el aire.

*Periodista