El carácter plebiscitario que el líder de la extrema derecha italiana, Matteo Salvini, quiso dar a las elecciones en la región de Emilia Romaña agrava la sensación de fracaso que embarga a la ultraderecha en el país transalpino después de la victoria del centroizquierda, que retiene la presidencia merced a la victoria del Partido Demócrata (PD) y a pesar del descalabro del Movimiento 5 Estrellas (M5E), sumido en una crisis crepuscular. El resultado de Salvini pone en cuarentena, además, los sondeos que pronostican una mayoría de centroderecha en unas elecciones legislativas.

Al mismo tiempo, la capacidad de movilización de los sardinas, el movimiento transversal surgido en los últimos meses que se opone a la derecha retardataria, convierte a ese conglomerado variopinto en un relevante actor electoral. La participación en la región de Emilia Romaña (67%), cercana al doble de la habida en las últimas elecciones regionales, debe atribuirse a este nuevo espacio político, mayoritariamente articulado por jóvenes que exigen una regeneración de la política y combaten la prédica populista y sectaria de La Liga, de Forza Italia y de otras ofertas ultraconservadoras.

Es asimismo precipitado deducir que los resultados de la Emilia Romaña anuncian un cambio de tendencia en Italia. La tradición progresista de la región, con su capital, Bolonia, al frente, no permite hacer demasiadas extrapolaciones. La victoria obtenida el domingo por la derecha en la región de Calabria, una de las más pobres, obliga a esperar y ver hacia dónde se dirigen en orden disperso los votantes del M5E, desorientados por la crisis de identidad que ha llevado al movimiento al ocaso.