Un ciclo es un conjunto de momentos vividos, empapados de sentimientos, algunos agradables y otros no tanto, por los cuales sentimos un apego emocional. La muerte de un ser querido, una ruptura sentimental, un cambio laboral o el fin de unos estudios, son ejemplos de etapas de nuestra vida, por la que todos tarde o temprano pasamos, y que conviene ir cerrando de manera efectiva cuando llegue el momento. Para que esto pueda llevarse a cabo de manera segura, es fundamental saber cuándo termina un ciclo para dar comienzo otro, ya que cada final marca un nuevo comienzo.

Uno de los ciclos más difíciles de cerrar es el duelo por la muerte de un ser querido convirtiéndose con frecuencia en algo patológico que suele durar más tiempo del que debería, y que es conocido con el nombre de duelo complicado. En estos casos, la culpabilidad suele ser el peor enemigo ya que imposibilita en ocasiones el cierre debido a que al inculparnos por no haber dedicado más tiempo a la persona mientras estuvo con vida, el dolor sigue persistiendo. Para cerrar una etapa y abrir otra nueva y diferente, es conveniente no dejar ningún cabo suelto. Por eso no podemos pretender que las cosas se arreglen solas, solo con el paso del tiempo. El tiempo en sí mismo no sana nada; es lo que hacemos en ese tiempo lo que hace que superemos las adversidades. Por eso hay que actuar siempre con responsabilidad, enfrentándonos con madurez y cumpliendo nuestros compromisos. Las etapas se deben cerrar con reflexión, perseverancia, tenacidad, firmeza y sazón, para que podamos dejar en el pasado la relación, el apego o la atadura pendiente que mantenemos con ese pasado y que su influencia no nos alcance el futuro. Si no, se corre el riesgo de cerrar el ciclo en falso.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)