A lo largo de las últimas semanas he asistido atónita al descubrimiento por una investigación periodística del supuesto fraude en el título de máster de Cristina Cifuentes obtenido en la Universidad Rey Juan Carlos de la Comunidad de Madrid. El 21 de marzo, Javier Ramos, el rector de la URJC, dio una rueda de prensa en la que salió a defender la legalidad de las calificaciones del Trabajo de Fin de Máster de Cifuentes, con lo que resultaba evidente que no era más que una burda falsificación.

Entre otras cosas dijo que él había hablado con las tres profesoras que evaluaron el TFM, pero una ellas, el día 5 de abril y en la comisión de investigación habilitada por la universidad, declaró que habían falsificado su firma. El día 6 por la mañana, el director del máster declaró en Onda Cero que el acta había sido «reconstruida» por orden del rector, invalidando la principal prueba documental esgrimida por Cifuentes, y a última hora de la mañana del día 6 el rector ha dicho que no dimitirá.

Resumiendo los hechos publicados hasta ahora en relación con este asunto, nos encontramos con que Cristina Cifuentes se enfrenta a las siguientes acusaciones: no hizo la matrícula de su máster en el plazo requerido, no asistió a las clases ni realizó los exámenes obligatorios, sigue sin aparecer el ejemplar del Trabajo de Fin de Máster, no hay acta que recoja la defensa y evaluación del mismo y el máximo responsable de la URJC dice que no dimite a pesar de las acusaciones de que instigó una falsificación de un documento público.

Para mí, lo más llamativo de todo este asunto no es la flagrante corrupción del PP, ni las responsabilidades políticas y penales en las que pueda haber incurrido Cifuentes. Lo que me preocupa como profesora de universidad desde hace más de 30 años es que la actuación de las autoridades académicas ha dado lugar a una situación que no solo afecta gravemente al prestigio de la URJC, sino al del conjunto de la universidad española, puesto en entredicho en numerosas instancias.

Esta forma de actuar es la que emplea usualmente el PP ante los casos de flagrante incumplimiento de la ley por parte de alguno de sus dirigentes: cuestionan la legitimidad del colectivo del que forma parte. En el caso de la URJC hay motivos sobrados para dudar de su legitimidad, dado que el PP ha moldeado esa universidad a su imagen y semejanza, convirtiéndola en un retiro dorado para sus antiguos cargos. Ello ha propiciado hechos gravísimos como el caso de Fernando Suárez, el rector-plagiador. La Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), el único organismo con autoridad sobre las mismas debido al especial estatuto de autonomía que las ampara, tuvo una actuación tan culpable como el mismo rector-plagiador, dado que se limitó a darlo de baja en un comité del que era miembro, pero no emprendió ninguna acción contra él. Esta dejación de funciones por parte de la CRUE posibilitó que en esa universidad fuera elegido como rector Javier Ramos, heredero del rector-plagiador cuyas actuaciones de estos días nos avergüenzan.

Como profesora de universidad me veo en la obligación de criticar duramente a la CRUE por su tibia e inoperante actuación ante este caso, limitada a nombrar a dos instructores miembros de las universidades de Burgos y Murcia, los cuales, el día 5 de abril no estuvieron presentes en la reunión clave de la comisión de investigación por «encontrarse de vacaciones». El escándalo del máster de Cristina Cifuentes no solo es un insulto a la inteligencia, sino una ataque a la universidad española en su conjunto, para cuya defensa hay dar una respuesta contundente, porque los hechos acaecidos en la

URJC están dando la gravísima impresión de que el comportamiento de un grupo de profesores de la URJC es el normal de en la universidad española, lo cual es radicalmente falso.

Por todo lo expuesto más arriba pido al CRUE que, independientemente de los cargos por los que tengan que responder ante los tribunales,emprendan las acciones necesarias para separar del servicio a los profesores de la URJC que con su actuación en el caso del máster de Cristina Cifuentes están mancillando el prestigio de la universidad española.

*Catedrática de Química Inorgánica y miembro de la Red de Científicas Comunicadoras