Es para muchos de nosotros inexplicable que se debata sobre nosotros mismos sin atendernos, sin pensarnos y sin tener en cuenta lo que se vive a uno y otro lado de unas fronteras cuyos cimientos son de humo.

De un tiempo a esta parte estamos presenciando una situación, un debate, que no protagonizando, sobre la independencia catalana. Y hablo en primera persona del plural y esgrimo esta queja no como representante político afiliado a unas siglas concretas, no como alcalde de un municipio ni como diputado provincial; me incluyo en el «nosotros» como parte directamente implicada en esta cuestión; como nacido en Cataluña y peñiscolano.

Mi madre, de San Carles de la Ràpita, es catalana; mi padre, de Peñíscola, es valenciano; en casa, ellos, mis hermanos y yo, todos españoles.

Parecerá un símil sencillo para ilustrar la compleja situación que plantea hoy la situación catalana pero éste encierra lo verdaderamente importante: los vínculos afectivos que nos unen a un lado y al otro del Senia y que nada tienen que ver con fronteras que se quieren diseñar en papel sobre cimientos que se evaporan a medida que uno va pisando el terreno.

Castellón y Tarragona pertenecemos a comunidades autónomas distintas y, juntas, sumamos a la riqueza patrimonial y cultural de nuestro país; con cada historia, cada particularidad, se multiplica la riqueza patrimonial conjunta.

Es para mí impensable alzar un muro imaginario entre les Terres de l’Ebre y las comarcas norte de nuestra provincia en las que convivimos, nos relacionamos, vivimos, gestionamos nuestras economías, nuestra relación con el campo y el mar de formas tan similares que los lazos se estrechan a cada paso que damos hacia el norte.

Con el corazón digo que no quiero muros que repartan a mi gente a un lado y a otro de una frontera; y con solidaridad me uno a todas y todos aquellos que queremos que haya paz, convivir con cordialidad, crecer juntos.

Huyo de la confrontación y aborrezco el lenguaje belicista e incendiario en el que están instalados algunos; me indigna que, en nombre de la democracia, haya quien se salte las normas de convivencia que nos hemos dado entre todos. No todo vale.

Me apena ver esta imagen que se proyecta de nuestra querida comunidad vecina, me apena ver la fractura social que protagoniza y, sobretodo, me apena la incapacidad manifiesta de quienes están en las instituciones y gobiernos competentes por encontrar una solución.

Que haya paz.

*Alcalde de Peñíscola