El descrédito de los partidos que, como el PSOE, se manifestaron contra la reforma laboral del 2012 hasta el punto de prometer derogarla, se hace hoy más patente que nunca cuando, 6 meses después de acceder al Gobierno de la mano de Bildu y los independentistas catalanes, siguen incumpliendo. Lo cual no debería extrañar, puesto que es exactamente lo mismo que sucede con respecto a la ley orgánica de protección de la seguridad ciudadana, también llamada por los socialistas, ley mordaza, eso sí, hasta que Sánchez ocupó la presidencia, momento en el que el PSOE y sus afines olvidaron tan despectiva terminología, con intención de que el resto obviemos que siguen sin derogar aquello que tan opresivo les parecía hace apenas medio año.

Si tan obscena desmemoria es criticable en cualquier caso, más lo es cuando se ve alardear al Gobierno de los incumplimientos del descenso del paro en el 2018. Obviando que es el sexto año consecutivo que se reduce el desempleo y que, por tanto, aquella reforma laboral, tan denostada por la izquierda, se constata como uno de los motores que consiguió sacarnos de la destrucción de empleo a la que nos abocaron aquellos que hoy parecen haber perdido la memoria de lo que hicieron, y de lo que prometieron hacer.

Que PSOE y Podemos son víctimas de sus discursos es tan cierto como que la coherencia en la izquierda española brilla por su ausencia. El tiempo pone a cada uno en su sitio, y quien tenga dudas que espere al 1 de mayo, la izquierda volverá a desfilar tras las pancartas solicitando la derogación de la reforma laboral, aunque esta vez sus líderes, por vergüenza, las deberían utilizar para taparse la cara. Eso, u optar por quedarse en sus respectivos y confortables palacios situados en Moncloa, en el caso de Sánchez, y Galapagar, en el de Pablo Iglesias.

*Portavoz del PP en Vinaròs