Querido/a lector/a, parece que en la España democrática se vuelve a acusar a gobiernos y personas de comunistas. Pero si hablo de acusar, es porque no se está diciendo que una persona es de un partido o de una ideología determinada ¡No! Se utiliza el concepto en sentido franquista, en el de insultar o el de señalar a alguien como enemigo de la patria.

La verdad es que cuando aparece algún paladín de nuestras derechas con esta acusación, me inunda un sentimiento de tristeza y surrealismo. De tristeza porque indica que el franquismo aún no se ha ido. De surrealismo porque aunque en España no hay comunismo o comunistas, parece que ha vuelto el anticomunismo furibundo. Me refiero a que no existe un PCE (Partido Comunista de España) como antaño. Además, identificar el comunismo con el viejo sistema soviético no solo no tiene sentido porque no existe, sino porque los partidos comunistas de Europa Occidental hace décadas que se integraron en los sistemas políticos de democracia representativa. Tanto fue así que algunos como el francés (PCF) y el italiano (PCI, PD) llegaron a los máximos poderes del Estado y, otros, como el PCE, fueron esenciales para la recuperación de la democracia, las libertades y la reconciliación nacional. Por eso, criticar hoy al PCE debería considerarse como un acto indigno e inmoral.

Querido/a lector/a, el problema de España no es la existencia de una fuerza comunista que dificulte la convivencia en democracia. El problema es que hay una derecha que no evoluciona y sigue sin querer una España de todos y democrática y, al intentar imponer quienes son los españoles y patriotas, divide, confronta y mantiene la idea de la dos Españas.

*Analista político