El corredor no es el fin, es un instrumento muy necesario de dinamización al servicio de las economías productivas

Y a hace demasiados años que hablamos del corredor mediterráneo como una reivindicación. Reclamar el corredor, desgraciadamente, ha pasado a ser algo normal. La reivindicación se ha hecho perenne, y las reivindicaciones no pueden normalizarse.

Ya en el año 2011 el corredor mediterráneo era considerado una infraestructura prioritaria por la Unión Europea. En realidad, lo que nos proporciona el corredor es más Europa. Pero estamos ya en el 2017 y los retrasos se van sucediendo.

Tanto Catalunya como la Comunitat Valenciana entendemos la importancia estratégica del corredor mediterráneo, y por eso levantamos la voz conjuntamente. No queremos el corredor porque sí. Lo queremos por lo que conllevaría tenerlo terminado. El corredor no es el fin, es un instrumento muy necesario para la dinamización económica territorial que debe estar al servicio de las economías productivas. Un Estado que trabaja para remontar la situación de crisis no puede tener paralizado un proyecto como este.

Cada vez hay una mayor concienciación de las potencialidades que perdemos por la falta del corredor en tanto que megainfraestructura vertebradora de la economía territorial. Por eso nosotros priorizamos, por ejemplo, las conexiones intermodales y portuarias, para dar servicio a nuestras empresas, para tener las conexiones logísticas que requieren.

El corredor mediterráneo no es solo una infraestructura lineal que debe conectar la costa mediterránea con Francia y Europa, también es una infraestructura capilar para nuestros tejidos empresariales y sociales.

El ferrocarril es todavía minoritario como medio de transporte de mercancías, mientras que el transporte por carretera sigue siendo mayoritario. Quizá por ello, ante una economía que empieza a crecer el flujo de mercancías se estanca.

También necesitan esta infraestructura nuestros puertos, a fin de apoyar su actividad mercantil, conectando el mar Mediterráneo y la red ferroviaria europea.

Sumemos a todo esto la falta de conexión de alta velocidad entre Barcelona y Valencia -con la extensión a un territorio tan dinámico como el que enlaza Alicante-, que evidencia la visión radial y centralista del Estado. Ahora, con el nombramiento de un coordinador del corredor sin haber sido consensuado con los territorios que atraviesa el corredor mediterráneo, el Gobierno vuelve a demostrar que no cuenta con nosotros.

Esperemos que, como mínimo, el coordinador tenga competencias: debe ser realmente un jefe de obras de la infraestructura, no un jefe de relaciones institucionales, que su cargo tenga atribuciones ejecutivas concretas que permitan desatascar las obras y revertir la situación. Debe poder mandar sobre Adif y debe poder priorizar, ordenar y ejecutar.

Lo exigimos al Estado. Así como un mayor compromiso con el proyecto, que debería traducirse en partidas presupuestarias para el 2017. Y lo exigimos conjuntamente. Como lo hicimos los dos gobiernos juntos en València. Como lo hicieron ayer nuestros empresarios. Y lo exigimos porque nuestras sociedades lo reclaman.

Desde el Gobierno central deben entender que el corredor mediterráneo no va de reivindicaciones territoriales centro-periferia: va de costes de transporte, de eficiencia y de conexión del conjunto de la Península con Europa y las economías globales, así como de esfuerzos necesarios para conectar personas y mejorar la movilidad. Queremos dejar de reclamarlo, porque lo normal en la Europa que queremos es disponer de infraestructuras y de puentes entre nuestras economías y nuestras sociedades.