Leo Messi y el FC Barcelona debían ahorrarse el lamentable espectáculo de diez días al que han sometido a los aficionados del club. Ha quedado claro que ni el jugador ni la directiva han estado a la altura de la grandeza que exige una entidad como el Barça. Ni la dejadez con la que la directiva presidida por Josep Maria Bartomeu venía tratando desde hace tiempo la continuidad del jugador, ni las formas con las que la estrella intentó cerrar su relación con el club tienen, a la vista de cómo se ha desarrollado y acabado la historia, justificación alguna.

Mirando al futuro es una excelente noticia que Messi y el Barça no deban verse las caras en los juzgados en lo que hubiese supuesto un final ignominioso para todas las partes y para la historia de la entidad. También lo es, en el plano deportivo y económico, que el mejor jugador de la historia del fútbol vista la camiseta del Barça como mínimo un año más. No hay motivo para dudar de la entrega de Messi, un ganador nato, durante el tiempo que esté a las órdenes del nuevo proyecto de Ronald Koeman .

Pero el final teóricamente feliz del embrollo no evita que la situación sea de un equilibrio precario. El último capítulo de la relación entre el Barça y Leo Messi está por escribir, aunque en el presente, Messi, sigue de azulgrana.