La inquietud se extiende a medida que surgen más casos de contagio del nuevo coronavirus chino en diferentes países. El virus, llamado 2019-nCoV, causa infecciones respiratorias y puede ocasionar desde un leve catarro a una neumonía grave. El epicentro de la afección tiene lugar y fecha: principios de diciembre en el mercado de Wuhan, una metrópoli china con 11 millones de habitantes. Al igual que otros coronavirus, proviene de animales. De hecho, en ese mercado se vendían animales vivos y recién sacrificados.

Al tratarse de un virus, los antibióticos no sirven. Ninguno de los antivirales funciona. En casos de gravedad, los hospitales suministran líquidos y apoyo a los órganos afectados. La tasa de mortalidad es de un 3% y la mayoría de los fallecidos tenían problemas previos de salud. Hasta la fecha, se han confirmado más de 130 muertos y 6.000 enfermos, y afecta más a mayores que a niños.

La confirmación del contagio entre humanos llevó a extremar las medidas de prevención. Millones de personas permanecen aisladas en Wuhan. El virus ya ha llegado a más de 15 países, también Europa. A pesar de ello, los expertos llaman a la calma. Se está trabajando a contrarreloj y ya se ha conseguido descifrar el genoma completo del virus. Se especula con la posibilidad de que China pueda conseguir la vacuna en 40 días.

La economía, el deporte o el turismo son algunos de los muchos sectores a los que las medidas de control afectan de forma directa. Hasta el momento, cada país ha adoptado las medidas que ha creído necesarias, pero en un mundo globalizado y altamente comunicado es fundamental actuar de forma coordinada.