Los náufragos recogidos por el Aquarius serán repartidos entre varios países, España incluida, en una decisión conjunta sin precedentes. Una grieta en la Europa fortaleza que las voces de la insolidaridad quieren levantar. Pedro Sánchez llevaba buscando una solución coordinada y humanitaria desde aquel 11 de junio en el que anunció que España acogería a 629 náufragos rescatados por el Aquarius. Como ahora, Italia y Malta, incumpliendo las obligaciones internacionales, se negaron a abrir sus puertos a la nave. Los migrantes esperaban con angustia una respuesta de Europa. Y la respuesta llegó de España. Ante la crisis humanitaria, Sánchez abrió el puerto de Valencia al Aquarius, y ya advirtió de que su gesto era simbólico, aunque no exento de contenido.

El Gobierno de Sánchez quiso romper con la actitud de mirar hacia otro lado. Expresaba que el problema era de toda Europa y no exclusivamente de los países receptores de inmigrantes. Su gesto humanitario adquiría una especial relevancia ante la proximidad de la reunión del Consejo Europeo. La cita se cerró entonces con un acuerdo de mínimos que delataba el rechazo del bloque duro a compartir el impacto de la llegada, pero con un leve aliento al proyecto europeo. El reglamento de Dublín, que obliga al migrante a solicitar asilo en el primer país que pisa, es una medida injusta que sirve de coartada legal para la insolidaridad.

Desde entonces, Sánchez ha seguido trabando alianzas (como con Merkel el pasado fin de semana) para revertir una tendencia que pone en riesgo los valores europeos y, con ellos, el propio concepto de Europa. El problema es urgente. No tanto por la llegada de inmigrantes (la cifra no ha hecho más que disminuir desde el 2015), sino por la utilización que la ultraderecha y otras formaciones conservadoras hacen de la inmigración, agitando el espantajo del miedo y la xenofobia. Este acuerdo es solo un primer paso, pero es relevante, ya que revierte una tendencia que parecía inamovible. Es también un aviso a todos aquellos que se apresuraron a acusar al Gobierno de incoherencia y de moverse solo por intereses mediáticos. Sánchez llegó a la presidencia decidido a convertirse en un agente activo de la UE y un defensor de sus valores. Por ahora ha logrado que sus tesis hayan sido escuchadas e implementadas. España ha salido de su letargo en Europa.