En la playa de la Almadraba de Benicàssim, cada día vivido y cada noche soñada, tengo el placer de imaginar sobre el horizonte el humo de los barcos, con su imagen de señales venturosas, con su aroma que de humo deriva en perfumo, perfume, con su eco de canciones y de voces que suenan a través del tiempo.

En ese entorno mágico tiene su protagonismo la piel tostada y, con relación a ello, la crema solar.

Se asegura que fue Coco Chanel una de las primeras mujeres en tostar la piel al sol. Desde entonces han pasado más de cien años de villas y bañistas en las playas y de tonos dorados que van acompañados de cremas, pomadas y ungüentos para la salvaguarda cutánea.

PIEL BLANCA. Cuando tener la piel blanca era un símbolo de distinción entre las clases altas y la aristocracia, llegó ella y le dio la vuelta, como casi todo lo que tocaba. La ya muy centenaria diseñadora Coco Chanel, tras unos días de vacaciones cerca del mar, llegó a París con la piel tostada por el sol. Supuso para todos una gran impresión ver a la creadora más famosa del momento un tono más oscuro al convencional, y que sus seguidoras comenzaron a imitarla hasta convertirse en un hábito veraniego que ha llegado hasta nuestros días en la Almadraba. Inspiradas también por Josephine Baker, la vedette conocida como «la mujer de la piel de caramelo», muchas mujeres comenzaron a considerar el bronceado como un símbolo de modernidad, independencia y sofisticación. Por eso, en 1927, el diseñador y perfumista francés Jean Patou vio el filón cosmético que tenía esta nueva moda y lanzó la loción bronceadora, llamada Huile de Chaldée, que tostaba la piel pero no la protegía. Fue durante la Segunda Guerra Mundial, en torno a 1944, cuando el farmacéutico Benjamín Green creó el primer ungüento para proteger la piel de los soldados desplazados al Pacífico y que sufrían quemaduras cutáneas por el sol. Basándose en la parafina extraída del petróleo descubrió que evitaba los rayos ultravioleta si se aplicaba sobre la piel. Patentó el invento y una farmacéutica estadounidense desarrolló la primera crema protectora que, además, también ayudaba a broncearla. Se comercializó bajo el nombre de Coppertone, con la imagen de una niña en la playa --me gustaría decir que en la de la Almadraba-- a la que un perrito muerde el bañador y enseña la marca del moreno de su piel, que hoy sigue siendo el distintivo que la define.

Desde entonces se han desarrollado toda una gama de productos para la protección del sol, de cara a evitar el cáncer de piel.

CIENTÍFICO. En una conferencia de un científico especialista en estas cosas, nos obsequió, en los salones del Hotel Voramar, con una charla pública sobre el tema de la insolación cutánea. Y entre otros detalles científicos recuerdo que nos informó de que el índice de protección solar en este tiempo, es tan común entre nosotros como el biquini en la playa. En alguna parte conservo el papelito en el que anoté que un factor 15 SPF indica que una persona cuya piel comienza a quemarse al sol después de diez minutos, tardaría en tener un eritema 150 minutos. Es decir, varios días.

Bueno, estamos viviendo los primeros días de agosto y la verdad es que nos queda todavía mucho verano y todo el sol del mundo.