El no está aquí: ha resucitado», dice el ángel a las mujeres que buscan el cuerpo de Jesús al despuntar el primer día de la semana. El mismo Jesús que fue enterrado con premura el Viernes Santo, ha resucitado y vive para siempre. Jesús ya no está en el sepulcro frío y oscuro. El Ungido ya perfuma el universo y lo ilumina con nueva luz.

Cristo Jesús vive glorioso. Esta es la gran verdad que llena de contenido la fe pascual. El que murió en la cruz, ha resucitado. Ha triunfado sobre el pecado y la muerte. Jesús no es una figura que existió en un tiempo y que se fue, dejándonos un recuerdo y un ejemplo maravillosos. Cristo Jesús vive glorioso en Dios.

Cristo ha resucitado. Es un hecho real, que, sucedido en la historia, traspasa el tiempo y el espacio. No es una invención, fruto de la fantasía de unas mujeres crédulas o de la profunda frustración de sus discípulos. La resurrección de Jesús es un acontecimiento histórico y real, que sucede una vez y para siempre. El que murió bajo Poncio Pilato, éste y no otro, es el Señor resucitado.

La resurrección de Cristo es la clave para interpretar toda su vida y el fundamento de nuestra fe cristiana; sin esa victoria sobre la muerte, dice San Pablo, estaría vacía de contenido.

Este Jesús, una vez resucitado, salió al encuentro de sus discípulos: se les apareció y se dejó ver por ellos Los discípulos se encontraron personalmente y en grupo con el Señor resucitado.

Como entonces, el Señor resucitado sale hoy a nuestro encuentro. él nos invita a dejarnos encontrar o reencontrar por él para fortalecer o recuperar la alegría de la Pascua: la alegría de sabernos amados personal e infinitamente por Dios en su Hijo, Jesús, crucificado y resucitado, para que en él tengamos vida. Dejémonos encontrar y transformar por el Señor resucitado. ¡Feliz Pascua de Resurrección para todos!

*Obispo de Segorbe-Castellón