Un mes de agosto más, en la playa de la Almadraba, entre el Torreón y el hotel Voramar planto cada verano mis días vividos y mis noches soñadas. Y al fondo, sobre el horizonte, gusto de adivinar los perfiles del humo de los barcos, con su estampa de señales venturosas, con su aroma que de humo deriva en perfume, según los sabios de antaño.

En realidad, cada cual canta su canción en la vida. La mía es tener cerca de mí, cuando escribo o cuando dicto, un libro o diccionario de consulta, al que me agarro en mis carencias del lenguaje. He citado alguna vez una obra titulada Tesoro de la Lengua Castellana o Española. Se trata de un libro cuya publicación se autorizó en noviembre de 1611 y su autor es el licenciado Sebastián de Cobarrubias Orozco, capellán de su Majestad Católica el Rey Don Felipe III, Matrescuela y Canónigo de la Santa Iglesia de Cuenca, además de Consultor del Santo Oficio de la Inquisición. Bien, pues dice el canónigo que humo deriva en perfumo y de aquí se llega con facilidad a perfume.

SEGÚN ME decía el astuto y llorado pulcro dibujante Lorenzo Ramírez, que nos acompañaba a todos cada mañana, el verano es para las bicicletas y no para disquisiciones filosóficas o lingüísticas. Y que no falte el periódico de cada mañana. Yo, pesado en mis cosas, le decía que en torno a este paseo marítimo, desde donde percibo el eco de voces y canciones que por aquí han sonado a través del tiempo, hay unas denominaciones que marca la costumbre: el limbo en el centro, en torno a la plazoleta de la Almadraba; el infierno hasta la zona del Voramar, donde está las más antiguas villas; y la corte celestial hasta la torre de Sant Vicent y el torreón Bernat.

Quiero dejar constancia de que, paradojas de la vida, en la zona que fue escenario de bailes, del desenfreno y la buena vida, está construida la capilla del Pilar, dentro de lo que fueron primeras villas de la familia Coloma. No en vano, este espacio del paseo marítimo está rotulado a nombre de Pilar Coloma.

Desde el torreón ha comenzado el pleno verano con un bullicio espectacular. Ya casi he visto a los veraneantes de otros años. Y digo casi, porque hay una pareja, un matrimonio jovial y agradable que no he visto este año. Me faltan. Se trata del odontólogo Santiago Mestre y su esposa Delfina. Su clínica dental está cerrada los sábados y domingos, que es cuando venían por aquí. Pero me informa un vecino que ahora veranean en su apartamento de la zona de Eurosol. Y que se han acostumbrado a ese ambiente y su playa y que son muy felices allí. Saludos.

Pero las imágenes idílicas que para el día de hoy me dibujó Lorenzo estallan de un modo violento con la llegada de los miles y miles de participantes de uno de los varios festivales, ya mundialmente conocido. Han vuelto los cuerpos jóvenes tumbados sobre el césped y la arena. Cada cual canta su canción.

Yo recuerdo aquella plataforma que se instaló para los muy nadadores, obra de la Agencia Valenciana de Turismo. Después, apareció el mercadillo de sugerencias sobre el ancho espacio del paseo junto a la Torre de San Vicente, cuyo entorno veo este año muy animado.

Y muy cerca del limbo, los seres humanos con los que camino, convivo y sueño, vemos con agrado el espacio de playa accesible, cada año con novedades sobre las olas del mar, para personas con minusvalía.

Pero no han pasado todavía los trenes en dirección milagro. Otros vendrán, que los continuarán. Y digo todo esto para que los lectores, hombres y mujeres que se incorporan por primera vez a esta página del periódico sepan que, al final del verano, les regalaré una estrella a cada uno. Mientras, Luis Fonsi se despide cantando Despacito, despacito....