En ocasiones, los cambios que se producen en la vida pueden desestabilizar y producir un gran malestar. En psicología a esto se le conoce como trastorno adaptativo, esto es, un estado emocional que puede ser depresivo, ansioso o mixto, producido por una situación que cambia el equilibrio de la persona y que supone un factor estresante para ella.

Estos factores estresantes pueden ser de diversa índole: cambio de vivienda, de ciudad, ruptura de una relación, nacimiento de un hijo, un ascenso… El factor común es el cambio de situación ante el cual la persona responde de forma exagerada o dramática, es decir, sobredimensiona los efectos negativos del cambio, aún cuando se sabe que lo que ha sucedido sea para mejorar la situación. Para que se produzca un trastorno adaptativo debe darse, o bien tener un factor de vulnerabilidad al cambio, o bien muchos cambios relativamente importantes en un corto espacio de tiempo.

Los síntomas típicos del trastorno son desmotivación, apatía, alteraciones en el sueño, desajustes del estado de ánimo, irritabilidad o sentimientos de inutilidad. Esos cambios suelen provocan el aumento de conflictos en la red social de la persona e incluso en el terreno laboral, disminuyendo así la calidad de vida. Para que esto no ocurra conviene desdramatizar las situaciones puesto que, con frecuencia, hay una tendencia a centrarse en lo negativo. El paso final es afrontar la situación y realizar actividades, pues quedarse inactivo no soluciona nada. Si bien el tiempo puede ser un gran aliado, lo que importa es lo que se haga en ese tiempo. Por ello la clave de la superación está en uno mismo, en cómo aprovechar esas experiencias difíciles para dar un salto como personas. Por eso hay que forzarse a hacer cosas, aún con falta de ganas.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)