El pasado miércoles se aprobaron los presupuestos de la Diputación con los votos favorables de la mayoría de gobierno (PSOE y Compromís) y la abstención de la oposición (Partido Popular y Ciudadanos).

Lo dije en el Pleno: no es nuestro presupuesto. No es el que nosotros hubiéramos hecho; hay motivos para votar que no. Pero en política los hombres y mujeres del Grupo Popular de la Diputación siempre hemos sido partidarios de tender puentes y ofrecer diálogo, en la búsqueda de lo que ha de ser mejor para nuestra provincia ante los retos de nuestro futuro y el principal escollo que es la lucha contra la despoblación.

Hay cosas que nos gustan del presupuesto, que podríamos calificar de continuistas, en la línea de las que ya venía trabajando el Partido Popular desde el gobierno. Un ejemplo sería el Plan 135 de Cooperación de Obras y Servicios, implantado hace tres años y que todos los grupos votamos por unanimidad.

Así lo manifestamos. Nuestra abstención no es un cheque en blanco. Estaremos vigilantes y atentos a dialogar y a llegar a consensos para mejorarlo. Por nosotros no será que no lo intentemos.

Y eso que en ocasiones nos lo ponen difícil. Muy difícil.

Al mismo tiempo que desde el Partido Popular estábamos ofreciendo diálogo en el presupuesto, los diputados socialistas presumían de acabar con subvenciones a dedo a los amigos del Partido Popular. Mientras ofrecíamos consenso, Compromís presumía de acabar con el clientelismo y el voto cautivo.

Por su parte, el presidente en un sorprendente --por desafortunado-- alegato final, acabó reivindicando el fin de la arbitrariedad en la concesión de las subvenciones.

¿El fin? Pero si en el Presupuesto hay 104 subvenciones nominativas -al margen de los convenios singulares vinculados al Patrimonio-. No han suprimido, han cambiado cromos sin explicar ni los criterios ni el por qué de unos sí y otros no.

Han estado seis meses intentando, desde el prejuicio ideológico y el sectarismo, colar el mantra de la discrecionalidad y de los chiringuitos del Partido Popular. ¿De verdad alguien en su sano juicio piensa que el CIBE --que a tiende a personas sin techo--; Quisqueya -que atiende a niños de la calle--; o el Programa de Acogida a Niños Saharauis son chiringuitos?

La verdad es que este cuento ya me lo conozco. La alergia de la izquierda a los datos es mítica. Su repelús por la contrastación empírica es digna de mejor causa.

Los socialistas y la izquierda en general son unos maestros maquillando la realidad. Como decía el filósofo Raymond Aarón, si la realidad choca con sus principios, pues peor para la realidad. Se cambia la realidad,… ¡y ya está!

Lo dicho, nos lo ponen difícil; pero con estos bueyes hay que arar. Y por eso desde el Grupo Popular, como queremos que los ciudadanos de la provincia de Castellón tengan iguales derechos, oportunidades y servicios, vivan donde vivan, seguiremos ofreciendo nuestras manos por mejorar las cuentas, a pesar de los cuentos que les van a contar.

*Portavoz del grupo popular en la Diputación de Castellón