Las personas que hemos dado el paso de querer ser representantes de la ciudadanía tenemos muchas obligaciones ante quienes nos dan su confianza y nos eligen para ser sus voces en las instituciones. Una de esas obligaciones es la de mostrarnos transparentes y explicar la gestión que realizamos con el dinero de los contribuyentes. Rendir cuentas, exponerse al escrutinio de la mayoría y someterse a su criterio, en definitiva.

El Ayuntamiento de Castellón ha cumplido con esa responsabilidad. Esta semana, las 11 concejalas y concejales que integramos el Gobierno municipal hemos comparecido en una asamblea abierta para dar cuenta de nuestra gestión y, en especial, para ser sometidos a la fiscalización de la ciudadanía.

La experiencia ha sido satisfactoria, tanto para quienes han tenido la oportunidad de pedir cuentas de lo que se ha hecho o no se ha hecho en estos dos últimos años, como para los que fuimos elegidos en el 2015 y hemos tenido que dar las explicaciones pertinentes. Hemos tenido la oportunidad de ser protagonistas de una pequeña página en la historia democrática de esta ciudad. Tenemos la sensación de haber cumplido y, sobre todo, que ese es el camino de las nuevas relaciones con la sociedad.

La Assemblea Ciutadana es una exigencia del Pacte del Grau, la hoja de ruta que guía el gobierno de la ciudad entre PSPV y Compromís, con el respaldo y el aliento, y también la crítica y el control, de Castelló en Moviment. El acuerdo que permitió el gobierno del cambio solo obliga a la alcaldesa a exponerse a la ciudadanía, pero nuestra intención ha sido extender esa responsabilidad a todas las concejalas y los concejales que tienen delegadas las competencias de la gestión.

GOBERNAR el día a día de esta ciudad nos está ofreciendo lecciones muy gratificantes y esta ha sido una de ellas. El Teatre del Raval se convirtió durante unas horas en el ágora de la antigua Grecia, en una euthyna, aquellas asambleas en las que los atenienses controlaban a los magistrados públicos, verificaban su conducta en la polis, pedían que se rindieran cuentas del uso de los fondos públicos y sometían a los cargos y funcionarios a un severo examen de su gestión.

Han tenido que pasar muchos años, muchos siglos, para que ese espíritu democratizador regrese hasta el presente. Pero lo mejor de todo es que no habrá vuelta atrás. Las futuras corporaciones, las alcaldesas o alcaldes del futuro, las concejalas y concejales, deberán asumir que entre los derechos y deberes de su condición política estará, necesariamente, el de dar la cara, y rendir cuentas de lo que han hecho o han dejado de hacer, de lo que han hecho bien o no tanto. Es la democracia, simplemente eso.

*Alcaldesa de Castellón