Querido/a lector/a, dice Garamendi , el de la CEOE, que la política en España está demasiado radicalizada. Tiene razón. Las relaciones entre partidos políticos, y con el gobierno de turno, no tiene la tradición de diálogo social y de respeto personal que tienen las relaciones entre sindicatos, empresarios y gobierno. Y es que, a pesar de la dureza de muchas negociaciones y de que algunas veces se rompen, todos saben que deben seguir sentados para, al final, casi siempre, firmar un acuerdo que expresa lo que les une. Por cierto, la prueba está ahí : sindicatos y empresarios firman decisiones con el gobierno de P. Sánchez mientras que los partidos de la oposición política se consolidan en la poco fecunda confrontación.

La verdad es que a pesar de la importancia del acuerdo político, que permite influir a la oposición sobre el gobierno, le da reconocimiento general al propio gobierno y beneficia al cuidando que no tiene que esperar a que ganen los suyos, hay que reconocer que no es fácil. Partido viene de parte y eso supone intereses y objetivos diferentes. Pero bueno, las diferencias entre trabajadores y empresarios son hasta atávicas y, sin embargo, y como dice la copla, se quieren un poco, mantienen el diálogo social y llegan a acuerdos.

¿Qué pasa? No lo sé. ¿Que no se conoce la importancia del acuerdo? ¿Que es imposible ? ¿Que hay que escenificar el antagonismo? ¿Que no hay cultura de un otro a existir y gobernar? Por cierto, hay una teoría que se abre camino: esa que dice que como a veces la oposición gana el poder sin presentar alternativa viable y diferente porque lo pierde el gobierno por algún desacato, la oposición parece que se dedica a agitar el ambiente y a anunciar felonías y catástrofes. Actitud que solo reclama el cuanto peor mejor y va en contra de la posibilidad de acuerdos y del inmediato bienestar ciudadano. H

*Analista político