Desde hace muchos años asesoro en comunicación social a la asociación de donantes y receptores de órganos más importante de mi comunidad autonómica.

La primera vez que contacté con su junta directiva les solicité todo tipo de información. La suficiente para que, cuanto menos, me permitiera elaborar en principio la identidad corporativa de la ONG y más tarde su plan de comunicación a largo plazo.

Elaboré varios logotipos y escogieron el que más les gustó. Igualmente presenté una muestra de los pósters, carteles y demás acciones de merchandising que también evaluaron, decidiéndose por la más económica. «Esto que veis se refiere a la identidad corporativa» les dije, «pero no puedo comenzar el plan de comunicación sin haceros antes una pregunta trascendental. Conocéis el caso de Sandra Jensen ? Tiene que ver con los trasplantes de órganos y la diversidad», manifesté. «Pues… me suena, pero vagamente» declara el presidente. «Os refrescaré la memoria».

Sandra Jensen era una norteamericana que nació con síndrome de Down y un corazón defectuoso. Un órgano frágil que dejaría de latir si no se sometía a un trasplante, el cual le fue denegado por su discapacidad intelectual. La mala praxis se elevó a la categoría del agravio, y se tornó en ofensa y vulneración de los derechos humanos. El clamor popular empapeló los medios, que unidos a estamentos políticos y sociales pusieron en evidencia la ética sanitaria, que reconsideró su decisión. Jensen fue trasplantada en el mismo hospital que le había prohibido seguir viviendo. Lamentablemente, su nuevo corazón solo le alargó la vida 18 meses.

«Menuda publicidad para animar a la gente a donar», exclamé. «Como sabéis yo tengo una diversidad mental. Y al leer estas noticias siento rabia. ¡Sirvo para donar pero para recibir un órgano no! ¡Qué injusticia!».

«No, si ahora eso no pasa, está prohibido. Era por si el receptor de órganos no cumplía tras el trasplante». «Los médicos sostenían que las personas con discapacidad intelectual carecían de la capacidad cognitiva para seguir las pautas del tratamiento post operatorio y acabarían rechazando el órgano, otras personas en la lista no tendrían ese problema», aseveraron miembros de la directiva.

«Estaréis conmigo en que este tipo de información pone en evidencia la equidad y el trato recibido de un sector de la población, que como yo, sufren diversidad mental o psíquica. Como responsables de una organización no gubernamental que tiene como misión concienciar a la audiencia civil cara a la donación de órganos de manera anónima y altruista, sea cual fuere su destinatario, estáis en la obligación de reclamar la igualdad de oportunidades de los receptores con independencia de sus diferencias», exclamé, viendo que me daban la razón en silencio. Sandra Jensen sirvió de musa para el nombre de la campaña: por dentro todos somos iguales. H

*AFDEM