La hostelería valenciana y castellonense se hunde. Este sector, que ya pendía de un hilo desde el estallido de la pandemia, recibió la semana pasada la estocada final por parte de la Generalitat valenciana. Una Generalitat valenciana que se desploma como su hospital de campaña.

De la noche a la mañana. Literalmente, se han visto cerrados y lo que es peor, sin ayudas. Encima, además de seguir haciendo frente al pago de los impuestos, tienen que tirar a la basura el género comprado para la semana, como si fueran sobrados de dinero y no hubiera ya tanta gente tampoco en las colas del hambre.

Las cosas, en general, creo que no se pueden hacer peor. Y si se pueden, no me gustaría averiguarlo. Porque visto lo visto, esto no se salva ni con una buena dosis de propaganda del señor Iván Redondo . Primero fue el ocio nocturno y después la hostelería. Criminalizar y estigmatizar es fácil. Al ser humano siempre se nos ha dado bien señalar al resto en lugar de ver qué es lo que estamos haciendo nosotros mal. Es aquello de «vemos la paja en el ojo ajeno, y no la viga en el nuestro».

Lo peor es que este señalamiento ha venido promovido por las propias instituciones, sumando restricciones sin conocer de cerca la realidad del sector, sin valorar que desde el minuto uno eran espacios seguros, sin considerar los enormes esfuerzos realizados por los propietarios por adaptarse a las medidas y protocolos.

Los restauradores son los primeros concienciados y los primeros que quieren que todo esto acabe para que podamos volver a compartir momentos en torno a un bar. «Bares, qué lugares tan gratos para conversar». Porque todo el sector se pregunta si tanto dicen que la mayor parte de positivos se suceden en las reuniones familiares o en el ámbito privado, ¿por qué es la hostelería quién paga el pato?, ¿por qué los bares se convierten en chivo expiatorio?

Cabe destacar además que el cierre de estos bares, restaurantes y cafeterías va más allá. Este sector, como tantos otros, abarca un gran número de empleos y negocios indirectos. Por ejemplo, muchos de los proveedores de bebidas y alimentos también se verán obligados a bajar sus persianas momentánea o definitivamente. También el comercio se verá afectado, pues muchos aprovechábamos que íbamos a tomar algo para comprar en la tienda del barrio o viceversa. El efecto dominó, por tanto, no tiene fin, al igual que esta pandemia, por más que la consellera de Sanitat lo intente adornar con frases que parecen sacadas de Instagram o de Google.

La gente necesita esperanza, pero también necesita, cómo no, realidades.

Desde Ciudadanos estamos trabajando para ello. Para que la esperanza vaya acompañada de medidas en todas las instituciones. Escuchando a los sectores afectados y estando en primera línea. Dejando el ruido y la demagogia a un lado. Sumando y criticando cuando haya que hacerlo. Fondo de reactivación en la Diputación, más dinero para el empleo y municipios turísticos, Fondo Covid-19 en los presupuestos del Consell, bono turístico y más propuestas que estamos trabajando para que nadie se quede atrás, pese a todo y pese a todos. H

*Portavoz de Ciudadanos en la Diputación y teniente alcaldesa de Benicàssim