Querido/a lector/a, en un parloteo de amigos, de esos que se efectúan en medio de una paella dominguera con posterior carajillo de ron y gyn tónic, alguien exclamó que la derecha no era igual que la izquierda. Opinión que no provocó interés por ser obvia. Es más, cuando el proclamante la desarrolló y aportó los motivos, se comprobó que las imaginaciones o suposiciones de toda la peña ciudadana presente estaban equivocadas. Y es que, llegamos a pensar, que se refería a ese clásico que repite que la izquierda cuida la igualdad y que la derecha reclama preferencia por la libertad.

La cuestión es que nos sorprendió el saber que los motivos que provocaron la afirmación eran, sin dejar de ser profundos, más cotidianos y relacionados con el día a día, con el pueblo y la calle. Sí!! Dijo, pues, que la izquierda era diferente porque a pesar de en que ciertos temas tenía mejores razones, era incapaz de defenderlas. Por contra, la derecha atosiga y vicia el ambiente hasta transformarlo en verdades. Por ejemplo, y ahí nos dejó perplejos, en temas actuales como el ir (o no) los alcaldes a las procesiones, la inmigración o la independencia de Cataluña, solo se escucha el discurso de la derecha porque la izquierda se traga el suyo. Así no aparece la idea de que un Estado laico el alcalde puede ir a una procesión como creyente, pero nunca como autoridad. O peor aún, no se elaboran, ni se financian políticas de integración para inmigrantes, ni se defienden el necesario Estado federal frente a los nacionalismos español y catalán. Posiblemente, porque algunos creen que este tipo de decisiones no son populares y podrían hacer perder votos. Querido/a lector/a, piensa lo que quieras, pero esta opinión no estaba lejos de razón.

*Analista político