Es probable que Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, creyese que su apuesta por el diálogo con los independentistas catalanes y su intención de apurar la legislatura como muestra de normalidad institucional iban a tener algún éxito y le ofrecerían importantes réditos ante los próximas citas con las urnas. Pero desde hace tiempo es clara la sensación de que la jugada se le ha ido de las manos. Ahora corre afanoso de un lado a otro intentando salvar los muebles de un incendio imposible de apagar. Aceptar la figura de un relator o notario oficioso de las conversaciones con el secesionismo forma parte de esa desesperación y constituye un torpeza que ha soliviantado a la derecha, presta siempre a sacar las cosas de quicio, y ha llenado de alarma a los sectores más pragmáticos y tradicionales del PSOE. Dirigentes de diversas comunidades, como Javier Lambán, actual jefe del Gobierno aragonés, han manifestado de forma explícita su malestar ante semejante decisión. Temen con razón que los últimos acontecimientos reduzcan drásticamente sus posibilidades en las elecciones de mayo.

Hay un problema de partida que se ha puesto de manifiesto una y otra vez: los independentistas catalanes han cerrado las puertas a todo diálogo que no encaje en su empeño unilateral y rupturista. No les interesa otra cosa, ni presupuestos ni inversiones ni gestos. La pretensión sanchista de desinflamar el conflicto choca así contra un verdadero muro. Y cuanto más se aproxima la fecha del juicio a los líderes del procés más complicada se vuelve la situación. Es evidente que Torra, Puigdemont y el resto de los halcones secesionistas prefieren tener enfrente un Gobierno español muy de derechas, que encaje en su irreal relato.

Sánchez no puede seguir por el actual camino. Lo único que está logrando es dar bazas a una derecha cuyas diferentes marcas compiten entre sí por ver quién sobreactúa más en su propia deriva ultranacionalista. «Alta traición», «felonía», «conjura contra España»... son expresiones demasiado fuertes y manifiestamente belicistas que no hacen sino echar más leña al fuego. El oportunismo electoralista de PP y Cs, abrumados por el simplismo y el descaro de Vox, no aporta nada a la búsqueda de una salida al laberinto catalán.

La aceptación del relator ha sido un error. Pero incrementar la tensión no lleva a ninguna parte. La situación no deja de empeorar.