Por si la evidencia no fuera suficiente, los observadores de la OSCE y del Consejo de Europa han certificado que el referéndum constitucional querido por el presidente turco Recep Tayyip Erdogan para perpetuarse en el poder con las máximas atribuciones no se ajusta a los estándares democráticos. La consulta se ha realizado en pleno estado de excepción tras el intento de golpe del pasado verano, sin pluralidad política y después de grandes purgas entre el funcionariado, el Ejército, la universidad y también de los medios de comunicación. En estas condiciones, Turquía ha pasado de ser una república parlamentaria a una presidencial, pero lo ajustado de la victoria del mandatario (51,4% votos a favor), pese a que todas las cartas jugaban a su favor, dibuja una sociedad muy polarizada con los contrarios a la entronización de Erdogan en las grandes ciudades, mientras que los partidarios del cambio constitucional hay que buscarlos en las zonas rurales y en el interior. De cómo Erdogan gestione el resultado dependerá la estabilidad de un país que ya se ha lanzado por el camino del autoritarismo más descarado tirando por la borda las varias décadas vividas de progreso democrático.

El objetivo del referéndum y el resultado alejan a Turquía de Europa y la convierten en una república asiática donde se entiende la democracia solo como un ejercicio electoral, sin ninguno de los valores en los que se sustenta y sin distinción entre los poderes del Estado. Sin embargo, el resultado también afecta a una Europa que, por su propia incapacidad para abordar el mayor reto al que se enfrenta, que es el de los refugiados, ha depositado en el dirigente turco la llave que regula los flujos migratorios y de seguridad. Las negociaciones para la adhesión de Turquía a la Unión Europea ya estaban en estado comatoso hace tiempo, si es que en algún momento Europa tuvo la voluntad real de integrar a un país con 80 millones de habitantes (como Alemania) y de mayoría musulmana. Ahora el resultado da argumentos para congelar indefinidamente su entrada. La reinstauración de la pena capital anunciada por Erdogan es uno de ellos y bien potente. Pero la UE sigue atada de pies y manos en sus relaciones con Ankara. Por ello, todo lo que Bruselas pide al presidente tras su discutida victoria es diálogo con toda la sociedad. Ciertamente necesario, pero insuficiente.