Querido lector/a, ayer, en este mismo periódico y en el espacio que hace referencia a la información nacional, leí una noticia que, recogida de la agencia Efe, hacia referencia a los delitos y a las condenas o años de cárcel que, según el tribunal, han cometido y se merecen los empresarios y los políticos del PP --si es que a toda esta gente se les puede llamar así-- que formaban parte de lo que se conoce como «la rama valenciana de la Gürtel». Pero no todo termina ahí, parece ser que los cabecillas, los Correa, Crespo y el Bigotes ya han entrado en prisión porque a diferencia de los otros, y siempre según el tribunal, al tener varios juicios y esperar más de una condena existe el riesgo de que se fugen.

Querido lector/a, te aseguro que independientemente de a quién y por qué se le va a hacer justicia, nunca leo ni escribo con alegría o indiferencia sobre estos asuntos. Siempre me duele y recuerdo que, como principio personal esencial, no quiero mal para nadie. Incluso ahora, que tiene que ver con tipos impresentables que se merecen lo peor. Pero bueno, como dice la razón, el sentido común y Joaquín Sabina en una de sus canciones: «algo teníamos que hacer para que ser cobardes no valga la pena». Y es que, toda esta gentuza, tanto el empresario Correa como la política del PP y exdiputada y exmolt-excel-lent presidenta de les Corts Valencianes, no solo se ha llenado los bolsillos de fondos públicos que, siempre, pero especialmente en momentos de crisis económica tenían la obligación moral de administrarlos con honradez y en beneficio del bien común, sino que, además, y como consecuencia lógica, han desacreditado hasta el extremo del desarraigo la utilidad de la política como intermediación social y, también, la de la autonomía como instrumento cercano y esencial para la defensa de la identidad y para solucionar, con conocimiento y eficacia, las causas de los problemas que sufrimos los valencianos.

*Experto en extranjería