Dicen que de la experiencia se aprende, y dicen, también, que algunos no aprenden nunca. Y otros desaprenden. De todo hay. Pero nuestra experiencia coronavírica ha dejado material para reflexionar, aprender y desaprender.

En primer lugar hemos aprendido nuestra vulnerabilidad frente a la naturaleza, algo que ya sabíamos pero que habíamos desaprendido. Hemos aprendido que el exceso de información -infoxicación-- produce el efecto contrario, a veces, y más si va cargado de bulos. La convivencia en casa también ha provocado conflictos familiares, pero parece necesaria de llevarse con el tiempo y diligencia requeridos... Y podríamos seguir.

Hay otras cuestiones que hemos aprendido: la solidaridad y el altruismo, la prudencia, la fortaleza, la templanza. Y, sobre todo, del ejemplo de quienes en primera línea han vivido el problema: el personal sanitario (más de 60 muertes en nuestro país), desprovisto de equipamiento básico en muchas ocasiones. Y otros y otras como personal de protección, Guardia Civil, Ejército e instituciones como Cáritas, Cruz Roja, oenegés, etc., sin olvidar el sector primario y el mundo de la empresa. No me gusta ese amago de gerontofobia, como diría Cortina, que ha aparecido. En cambio es elogiable por parte de la ciudadanía, salvo excepciones, el altruismo mostrado frente al egoísmo imperante en nuestro mundo. ¡Aprender y desaprender!

*Profesor