Los encuentros oficiales entre los presidentes de EEUU y los dirigentes soviéticos, primero, y rusos después suscitaban siempre la confianza de que tendrían efectos positivos sobre la gobernanza mundial como así era. El de Donald Trump y Vladimir Putin, por el contrario, suscita muchos temores, principalmente en Europa. El presidente estadounidense llega este lunes a Helsinki tras sembrar el desconcierto en la Alianza Atlántica, tras humillar a dos primeras ministras europeas en dificultades, Angela Merkel y Theresa May, e interferir en la política de ambos gobiernos, en el caso británico. Lo ha rematado al considerar, en una entrevista a la CBS, a la UE como «enemiga» por su política comercial. El cara a cara sin testigos entre ambos mandatarios despierta gran preocupación y numerosas voces del Departamento de Estado lo consideran una fórmula equivocada. Trump será el cuarto presidente de EEUU con el que se entrevista Putin lo que convierte al zar del Kremlin en gato viejo frente a un mandatario que desconoce el difícil arte de la sutileza y que además es objeto de investigación en su país por unas presuntas relaciones delictivas con Rusia. Ucrania y la apropiación ilegal por parte de Rusia de Crimea, así como la guerra de Siria deberían ser temas dominantes en la cita. El temor es que lo sean en sentido favorable a Moscú, con un reconocimiento del statu quo en la península ucraniana, y con el beneplácito a los intereses rusos en Siria.