Hace ya meses que me pregunto por qué en los municipios vecinos en los que gobiernan en coalición los socialistas hay visitas habituales de cargos del nuevo gobierno autonómico y en Peñíscola no.

¿No vienen a Peñíscola porque aquí no están en el gobierno municipal? Me resistía a pensar que fuese así. Porque finalmente parecía que sí venían --aunque fuese sin previo aviso--, como la vicepresidenta Oltra, que lo hizo tras una visita institucional a uno de nuestros pueblos vecinos, y lo hizo para comer. Al menos me queda el consuelo de que considera que nuestra oferta gastronómica sí vale la pena conocerla.

Pero esta semana ya no me resisto a aceptar la idea de que a Peñíscola no se acercan por pura ideología.

Tras comprobar cómo Ximo Puig, como alcalde de Morella, ha pasado años reivindicando la mejora de la carretera nacional 232 que conecta nuestra comarca con el norte de España y ver que esta semana el mismo, el mismo Puig, evitaba coincidir en la colocación de la primera piedra de esta carretera que tanto demandaba, con el ministro de un gobierno popular en Madrid. A pesar de estar, evidentemente, invitado al acto con el que arrancaba la obra que tanto tiempo había reclamado, fue el gran ausente. ¿Casualidad? Me lo pregunto.

En estos más de 700 días como president no ha tenido ocasión de recibir él ni ninguno de los miembros de su Consell a los representantes del Ayuntamiento de Peñíscola, que hemos insistido en pedir citar para encontrar soluciones a los problemas que han ido surgiendo.

Grave, gravísima falta de altura de miras, gravísima práctica del sectarismo más rancio; falta dolorosa de lealtad institucional. Con una salvedad, eso sí, la Agencia Valenciana de Turismo con Colomer al frente sí ha estado a la altura. Al menos, ha visitado y atendido al alcalde de uno de los municipios turísticos con mayor proyección de toda la Comunitat.

*Alcalde de Peñíscola