El pasado 2 de abril se celebró el Día Internacional del Trastorno del Espectro Autista (TEA). Este es un desorden de origen neurobiológico que afecta al sistema nervioso y al funcionamiento cerebral, dando lugar a dificultades en tres áreas: la comunicación, la interacción social y la flexibilidad del pensamiento y conducta.

A pesar de que cada persona es diferente y de que cada individuo posee características propias, en todos los casos se ven afectadas las habilidades para comunicarse y relacionarse con los demás, además de tener asociado un patrón restringido y repetitivo de intereses, actividades y comportamientos que inciden en la capacidad de la persona para adaptarse de manera flexible a las demandas del entorno. Todo esto hace que la persona experimente reacciones de hipersensibilidad ante estímulos externos, acusando en exceso un cambio de rutinas.

Cuando se decretó el estado de alarma se hicieron excepciones con las mascotas, pero no con los niños. Ante las quejas de las familias, el gobierno rectificó habilitando el poder circular por la vía pública a personas con este tipo de alteración, junto a un acompañante, siempre que se respetaran las medidas anticontagio. Sin embargo, algunos ciudadanos no entienden de excepciones e increpan tanto a los adultos que les acompañan como a los propios niños. Varios padres, hartos de recibir insultos, han iniciado una campaña por la que salen a pasear con un brazalete de color azul para que el resto de ciudadanos los identifique.

En verdad, ninguna persona debería tener que recurrir a ponerse nada que lo identifique para ejercer un derecho inherente y reconocido por el estigma que pueda provocar, pero quizá así se eviten confusiones.

Todo sería mas sencillo si se aceptara el TEA como una forma diferente de entender el mundo, huyendo de estereotipos dañinos pues, al fin y al cabo, el autismo no define como persona a nadie, solo representa un aspecto más de su personalidad.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)