En los años finales del siglo XX hemos conocido la que se ha dado en llamar sociedad de la información. Cualquier rincón de la aldea global está desde entonces al alcance de cámaras, redes, sensores y pantallas. Pero, tal como nos llegan los acontecimientos, se desvanecen rápidamente. Me lo decía Vicent Ortells, en la UJI. Es el momento en que nos acordamos de los libros, de lo que está escrito y publicado. La ventaja del libro, es decir, del texto escrito, es su permanencia. Por modesto que sea, a nadie se le ocurre leer un libro y tirarlo a la papelera. Siempre encontramos un hueco en un estante o un lugar más valorado en la biblioteca.

Soy uno de los esos sujetos que guarda muchas cosas publicadas. Por eso cada año repito la gente del ingeniero Coloma o la del vigía de la Torre de San Vicente. Todo está en los libros y puede expandirse por cualquier medio de los que posee la sociedad de la información.

Ya todo el mundo sabe que tanto Castellón como Benicàssim son dos ciudades situadas en el litoral del mar Mediterraéno, en un pasillo de comunicación aprovechando desde hace muchísimo tiempo y con uno de los mayores flujos de intercambio de la Comunidad Europea tanto en el sector agrario, industrial, de servicios y, de modo especial, en el aspecto turístico. En llanos de sedimentación la ciudad, una y otra está cercana al mar. El clima es mediterráneo, templado y con cierta tendencia a la aridez, pero agradable durante todo el año.

El río Mijares es el que fertiliza la Plana desde siglos y siempre teniendo en cuenta las montañas de sus términos respectivos.

Toda la comarca de la Plana, incluida la capital y Benicàssim, llega sin problemas a las 300.000 habitantes. Y todo el mundo está de acuerdo en que la industria cerámica tiene una economía muy pujante, con otras puntas de desarrollo en otros sectores desde siempre. Y contemplados juntos tanto Castellón y Benicàssim, así como otros importantes núcleos provinciales constituyen en un alto grado de posibilidades de expansión en lo referente al turismo, aunque el flujo de ir y venir de tantas familias de Castellón en busca de su segunda vivienda en Benicàssim, ese cambio de residencia permanente es un factor que también debe apuntarse entre posibilidades de buen ambiente turístico. Y de convivencia vecinal. Tanto es así que en el día grande de hoy, por ejemplo, muchos aumentamos el tono en nuestras costumbres, plancharemos la camisa de manga larga y nos prepararemos para ir a cenar y darnos una vuelta. En el pueblo de Benicàssim ya tiene magia su peatonalización total, las calles cortas al tráfico, mesas y más mesas con manteles a cuadros en medio de la calle de Santo Tomás y las adyacentes, las gentes cenando o bebiendo en un ambiente con muchas connotaciones sociales y humanas. Aunque tengo unos vecinos que recuerdan de este día de la Mare de Déu d’Agost los grandes festorrones que tenían como escenario l’alquería del Pinello y tantas otras con apellidos castelloneros, allá en la marjalería de Castellón, a la que se accedía en carro y aca, que son ya de otro tiempo. H