Estamos ante el Día del Libro más atípico de la historia. La esencia de la fiesta cívica del libro es la ocupación pacífica de una calle que en este 2020 estará desierta. Castellón no escapa a esta realidad, por lo que no habrá posibilidad de detenerse ante una parada de novedades o de hacer cola para que los autores firmen ejemplares. La crisis sanitaria internacional provocada por el covid-19 hace que sean muchos los países --fue en el año 1995 cuando la UNESCO aprobó, a propuesta de la Unión Internacional de Editores, la celebración del Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor (su nombre completo)-- que tienen a su población confinada en sus casas para evitar una propagación de la pandemia y no puedan disfrutar de una jornada que en España hace muchos más años que se celebra en esta misma fecha, el 23 de abril. Y no está elegido al azar, ni mucho menos, ya que coincide con el día del fallecimiento, entre otros, de Miguel de Cervantes y William Shakespeare, considerándose clave para la literatura.

Pero este año, ante esta circunstancia anómala, ante la perspectiva de una crisis de proporciones gigantescas, los distintos agentes implicados en el mundo de la edición han optado también por diversas campañas que hacen hincapié en la necesidad de no abandonar la tradición de este día y, por supuesto, de seguir adquiriendo los libros en las librerías de proximidad, más allá de la tentación de la grandes plataformas. Los datos son apabullantes. Se calcula que la facturación ha caído en un 90% en el último mes, justo cuando se concentra anualmente el mayor volumen de ventas en un sector que cifra buena parte de su beneficio a lo largo de esta semana de celebración del Día del Libro.

En la provincia, los libreros se enfrentan a una situación similar a la del conjunto en todos los sentidos. En lo que se refiere a la jornada de hoy, Castellón celebra su particular Sant Jordi con diversas actividades organizadas por varios municipios, la Diputación y algunas librerías a través de las distintas redes sociales, haciendo especial hincapié en el público más joven.

Un ejemplo privado que demuestra que la unión hace la fuerza es la campaña que ha puesto en marcha la librería Noviembre, de Benicàssim, junto con la alicantina Librería 80 mundos, Ambra Llibres y Somnispaper, que se reúnen virtualmente para mostrar algunas de las propuestas más interesantes del mercado.

Uno público es el de la intensa sesión de una hora de cuentacuentos desde casa que define la oferta familiar de la Diputación de Castellón de la mano de cinco escritores de la provincia, orientada a los más pequeños.

En todo caso, a nadie escapa que el futuro del sector está en juego. Por muchas voluntades agrupadas y buenas intenciones que existan, más allá de este 23 de abril se abre un futuro muy complicado.

Pero no solamente para el libro, sino también para el conjunto de las actividades culturales, desde la música al teatro, las artes plásticas, los festivales, las galerías o los museos. La cultura implica sin duda conexión y comunicación, un contacto humano que ahora está en cuarentena. Serán necesarias acciones más contundentes de las anunciadas para hacer frente a una situación muy crítica, con pérdidas de ingresos y empleos, tanto directos como secundarios. Un plan cultural de choque se vislumbra como absolutamente imprescindible.