Aveces una mala noticia viene por el este mientras que una buena se acerca por el oeste. Llegan con cinco minutos de diferencia, primero la mala, luego la buena. Puestas sobre una balanza, el beneficiario y víctima intenta averiguar si la maldad de la primera anula la bondad de la segunda. Se pregunta si le debe pesar más la alegría que la tristeza. La euforia, para el bipolar, es la víspera de la depresión y la depresión, la de la euforia. Tenemos dos piernas y dos brazos y dos ojos, etcétera, para simbolizar el desdoblamiento de la existencia, que es dual, estereofónica: por el bafle de la izquierda se escucha la carcajada de la vida y por el de la derecha, el bramido de la muerte. O al revés. En cualquier caso, ambos sonidos pertenecen a la misma sinfonía.

--¿Es usted Juan José Millás ? --me preguntan en la ventanilla de Hacienda.

--Soy su contrario --digo.

--¿Y eso qué significa?

--Que lo llevo dentro. Llevo dentro a Millás porque él me ha llevado dentro durante el todo el invierno.

--Pues firme aquí y aquí.

Firmo por duplicado, en estereofónico, con una rúbrica alegre y otra infeliz. Cuando llego a casa, me llama un primo hermano:

--Tengo dos noticias, una buena y otra mala --dice--. ¿Por cuál prefieres que empiece?

Cuelgo sin darle tiempo a continuar. Si una de ellas es mala, pienso, las dos son malas. Aunque, quizá si una es buena, las dos sean buenas.

Cuando se mezcla la sal con el azúcar, prevalece el sabor de la sal. ¿La sal era la buena o la mala noticia?

He ahí el dilema. H

*Escritor