Ya lo dijo la vicepresidenta, Carmen Calvo, tras el fiasco de la primera intentona de investidura de Pedro Sánchez. «Agosto será un mes totalmente hábil para el Gobierno». Pero no lo va a ser solo para el Ejecutivo socialista. El líder del PSOE ha decidido alterar también las vacaciones de asociaciones y entidades, la denominada sociedad civil (como si hubiera una sociedad militar), para convocarles a una serie de reuniones con un objetivo principal: recopilar argumentos que supuestamente se incorporarían a un programa con el que presionar a Podemos y conseguir por fin tan deseado Gobierno a la portuguesa. No. No es una receta de la cocina del país de Cristiano Ronaldo. Es una expresión que intenta definir una fórmula política de apoyo a medidas concretas pero sin ocupar sillones en el Ejecutivo.

Esta operación, que podríamos bautizar como pressing Iglesias, ha comenzado este jueves con sendos encuentros del presidente del Gobierno en funciones (acompañado de Calvo y el ministro de Ciencia, Pedro Duque) con asociaciones de igualdad y científicas.

Ante este movimiento, sobre el que el mismo PSOE no oculta su escepticismo, afloran varios interrogantes. ¿Por qué ahora y no durante los meses en los que aparentemente solo se ha hablado de cargos y ministerios? ¿Quién decide qué asociaciones son las que serán llamadas por el presidente? ¿Por qué se supone que la aportación de las entidades sociales debe interpelar solo a Podemos y no a los socialistas, que han ocupado el Gobierno durante más de un año?

La nómina de representantes sociales que posarán para estas postales veraniegas de una negociación podría incluir (pero uno duda de que esto pase) a afectados por la hipoteca, a Open Arms, a entidades contra la pobreza infantil y a muchas otras que podrían dar ideas que Sánchez no podría utilizar para presionar a Iglesias porque él no las podría asumir.

En cualquier caso, y ojalá esto sea un error, parece que la operación no es otra cosa que una maniobra de postureo social para cargar el tan cacareado relato de motivos para no llegar a un acuerdo. Aún hay tiempo, pero cada vez menos. Y, sí, muchos se habrán quedado sin vacaciones. Pero si finalmente se llega sin acuerdo a septiembre se corre el grave riesgo de que el votante de izquierdas se acabe tomando las vacaciones en noviembre.

*Periodista