El cuerpo diplomático ha sido siempre considerado como el rango de élite de los servidores públicos. Nunca mejor dicho, son los funcionarios con medios suficientes para mantener el nivel de representación de nuestro país en el extranjero. El presupuesto del ministerio de Asuntos Exteriores fue, para 2016, de un total de 1.132 millones de euros. Algunos lo hacen bien y otros no.

El caso del cónsul general de España en Washington, EEUU, Enrique Sardá, ha demostrado el poco conocimiento de este señor, quizá por falta de trabajo, estupidez como persona y maleducado donde los haya. Mofarse de la forma de hablar de Susana Díaz, presidenta de la Junta de Andalucía, o de quien sea es algo que siempre se nos ha enseñado como una acción fea e impropia de una persona educada, desde niños.

Todos, desde el presidente Rajoy hasta el más pequeño de los parlantes en nuestro país, necesitamos, en un mayor o menor grado, de alguna que otra sesión de logopedia y no por ello nos dedicamos, en las redes sociales, a criticar a nadie por su forma de hablar o expresarse.

Ahora, el excónsul, tras su cese, se deshace en justificar lo injustificable y calificar su acción de improcedente y pide perdón. Bueno, pues el ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, quien, por cierto, nació en Jerez de la Frontera, hará bien en arrinconarle en algún despacho oscuro del Ministerio. Cada cual debe hacer frente a sus propias responsabilidades y el señor Sardá, de 65 años, es muy posible que acepte su jubilación, incentivada, eso sí.

Mi experiencia con los consulados españoles ha sido siempre positiva. Aprovecho para transmitir mi sincero agradecimiento al personal del consulado de España en Ammán, Jordania, por su ayuda en un caso de salud en medio del desierto.

*Secretaria provincial de Derechos Civiles de PSPV-PSOE de Castellón