Albert Rivera ha considerado necesario decirnos a todos que, después de las elecciones del 28 de abril, no pactará con Pedro Sánchez. Es más, lo ha sometido a votación en la ejecutiva de Ciudadanos y todos sus miembros, por unanimidad, han apoyado ese rechazo a llegar a acuerdos con el PSOE. Esta es la típica declaración de intenciones que, el 29 de abril, si ambas fuerzas suman y esa es la única alianza que puede evitar la repetición electoral, llevará a Rivera a comerse sus palabras con patatas, alegando que lo hace por sentido de Estado. Por ejemplo.

Seguro que se nos ocurren más escenarios en los que Ciudadanos se verá tentado a enmendarse a sí mismo. Por mencionar otro: el partido de Rivera necesita a los socialistas para gobernar en alguna comunidad autónoma tras las elecciones del 26 de mayo y una cosa por otra. Porque claro, nos dice el partido naranja que su declaración de intenciones solo afecta a la figura de Sánchez, es decir, a la Moncloa. Eso es como decir que los dirigentes autonómicos o municipales son entes independientes y no afines a la persona que ellos rechazan. Es mucho decir. Y a partir de ahora, con las purgas internas en la configuración de listas y candidaturas, más afines que nunca.

Desde luego, no se puede negar que Rivera está en el centro: primero se hace una foto con el PP y con Vox y luego nos viene a decir que Sánchez es como un independentista más... En mi opinión, el presidente del Gobierno ha tenido hacia la Generalitat de Cataluña una política errática, oscura y muy confusa. Sin embargo, estoy segura de que ni él ni ninguno de sus predecesores han disfrutado de esas legislaturas en las que dependían del apoyo de partidos que están en contra del proyecto nacional.

Si lo que nos está dando a entender Rivera es que Sánchez es un peligro y que prefiere que, en caso de que la suma PSOE-Cs sea posible, él no tenga más remedio que echarse en brazos de los independentistas por eliminación, entonces el líder naranja debería dejar de decir que quiere lo mejor para el país, el sentido de Estado y viva España. Tampoco ha estado muy afortunado a la hora de explicar la decisión de la ejecutiva: «Era necesario decirles a los españoles que somos la alternativa a Sánchez». Hombre, yo creo que a estas alturas de la película, para ser alternativa no hacen falta los cordones sanitarios. Puestos a aclarar, me parece más difusa en estos momentos la línea que separa a Pablo Casado y Santiago Abascal, que ninguna otra. Yo me pregunto qué pasaría, por ejemplo, si Rivera gana las elecciones y solo suma con el PSOE. ¿Qué haría entonces el líder de Ciudadanos? Seguramente, lo mismo que casi todos: incumplir su palabra en el primer minuto.

*Periodista